Anuncio de Primavera
Francisco Javier Larraín
30 de Agosto de 2011Un manto verde recibe mi andar en la carretera tras las últimas lluvias. La Tierra evidencia que con poca ayuda es capaz de reponerse de toda sed y alimenta la seguridad de siempre hacer su parte en entregarme posibilidades cuando todos se detienen en contemplar miedos
Cuando avanzo a la ciudad me
acompaña el recuerdo constante de mi familia, todo mi actuar (y escribir) tiene
que ver con mi responsabilidad de darles un mundo efectivamente mejor; que el
cómodo silencio, esterilizador de creación, no me toque si se trata de hacer
aquello a lo que estoy, por convicción o destino, empujado a hacer.
Cuando me falta menos para llegar a
la ciudad que me da trabajo admiro la simpleza en la hermosura que regala la
naturaleza con un paisaje que se ve rudo pero esperanzador. Y entonces veo que
también existe hermosura en la vida humana, en sus coyunturas no veo desorden,
veo la deriva profunda de la misma esencia del ser humano; no temo el que la
existencia sea de tenor activo o “como debe ser” en grillas de una deontología
muchas veces forzosamente irreal. Comprendo y amo la belleza de la vida misma
mientras me aproximo a la ciudad, con el bullir de la jornada de trabajo, y
pienso: mi lugar de trabajo está vivo.
Comprender y amar la belleza de la
vida misma me hace sentir libertad. Todos buscamos la belleza, como la
felicidad, la realización y el amor, como muchas cosas más. Cuando la belleza
que llega a mis ojos y entiendo es superior a cualquier definición encorsetada
en una época donde se entienda válida, la decadencia consiste en seguir
creyendo en modelos irreales de belleza que ya no son ciertos. He resonado en
el mundo que me rodea una idea de lo bello que trascenderá.
No caeré en el reconocimiento de
falsos sabios que entregan conceptos como la justicia, la que en resumen la
entienden como “que cada uno ocupe el lugar que le toca al nacer”, Platón tiene
buena prensa pero sigue siendo un aristócrata que quiere el gobierno de la
aristocracia. Muchos que lucran y/o han mantenido sus privilegios por un
sistema educacional segregador están
tratando de convencernos que es lícito que alguien con más recursos pueda
asegurarse algo mejor, con harta prensa y con académicos que les cobran un
sueldo buscando cuidar el trabajo.
Mi juicio va más allá de aquello, yo sé que un país que aspira al
desarrollo y desea que sea sostenido no promueve más desigualdad: finalmente es
el país completo el que pierde no desarrollando del mejor modo posible los
talentos de sus ciudadanos. Aristóteles me resulta mejor en esta lid, él
entendía que el mundo era justo cuando se le permitía ser mundo. Penoso es que
los presuntos defensores de la libertad económica y de elegir miren al techo
cuando ven que muchos no pueden realmente elegir y que la libertad se ve
cercenada con mala formación.
Pienso en esto cuando a la distancia
distingo las torres de Avenida Alameda, sé que cerca de ellas está mi trabajo
esperándome y a un diario amigo que me publica, aunque a veces sea incómodo.
Amar la vida implica hacerse cargo de todas las ideas que a uno guían. La
primavera, que llega pronto, es un gran momento de rebrotarse en ellas.
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