lunes, 1 de julio de 2013

Psicopatía “buena onda”



Psicopatía “buena onda”
Francisco Javier Larraín
17 de Diciembre de 2010

He conversado con personas que tienen formación académica distinta a la mía y desde hace años me presentan una inquietud constante, referida a la sociedad que se ha construido. Les da miedo el mundo que han heredado a sus hijos, donde cada vez la agresividad toma un espacio más campante, de manera cruda o refinada. Normalmente lo discuto con los chicos de Orientación Familiar, y ahora lo comparto con los lectores.
Hace algunos años los dirigentes del mundo occidental tomaron una decisión para poder gobernar sin preocuparse de enfrentar movilizaciones que afectaban la imagen de su mandato. Esta decisión en su momento pareció, como buen demonio, entregar un bien, a cambio de “pequeñas” concesiones que sustrajeron en su conjunto aquello que hace un grupo de adultos su vida ciudadana. Entregamos el alma de la convivencia en una sociedad solidaria de adultos, a cambio de baratijas. “No piense en mejorar el mundo, preocúpese de mejorar cómo va usted en esta pasada”.
Pasamos de ser ciudadanos a meros hommo economicus, e igualamos poder adquisitivo individual a persona. Incluso escucho a generaciones más jóvenes decir “si alguien no me sirve, ni me da todo lo que quiero, no sigo con él (o ella)”, simple y llano, las relaciones de pareja son la fidelidad para una marca de gaseosa.
Junto con la pérdida del sentido social, vino la psicopatía promocionada en las escuelas de negocios: perjudicar antes de ser perjudicado. La penetración fue tal que hoy basta ver programas de juicios en televisión, páginas de secretos o consultoría sentimental radial: no hay amor, solidaridad ni esfuerzo, sólo sucedáneos (Me erizo cuando muchachos sin voluntad escriben “Te Amo”). La frustración derivada de vivir en la nada se asume como un estado inmutable; “siempre ha sido así” dicen incluso gente tenida por seria y entendida, pobres muchachos.
Vaya psicopática realidad, fui objeto de una maniobra en una radio, que un experto en negocios estimó necesaria porque pensó que mi lugar de trabajo entonces le resultaba competencia peligrosa para su plan de negocios educacionales (la educación en sí no es lo suyo). El locutor que participó de esto me explicó que era por el auspicio pagado por quien se creía mi competencia. Estoy seguro que ambos se tienen por personas decentes que creen querer a sus hijos y familiares.
Entonces, no interesa el otro, y los deseos se estimulan para igualarse a la voluntad, para poder hacernos comprar cosas que en realidad no necesitamos. Para cumplir esos deseos nos refuerzan perjudicar a los demás. Potenciados más que nunca el bullying, sexting, grooming y femicidios: gente que no tolera la existencia de otra persona como uno mismo que se interponga en conseguir lo que creen les dará alguna satisfacción. Siempre les digo con ironía a mis estudiantes: “sé que es trágico, pero lo bueno es que tendrán trabajo, mucho trabajo”.
¿Qué se puede hacer? Lo que está más a mano es gastarse los pocos momentos con los hijos para su crianza. Trabajar para mantenerlos es lo que permite que subsistan, pero nunca hará su felicidad. La felicidad, a diferencia de su sucedáneo la euforia, se puede educar. Y aunque el sistema económico cruja, educar la voluntad para no guiarse por los deseos y sentimientos, que es precisamente lo que tiene a la gente infeliz.

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