Infanto-Impostura
Francisco Javier Larraín
31 de Mayo de 2012
Quiero retomar mis
usuales reflexiones centrándome en el tema de la postura que se supone tenemos
como sociedad, y desde el Estado, respecto de los Derechos del Niño, de los que
soy un profundo convencido; aunque las buenas ideas siempre terminan con
algunas situaciones un tanto extrañas.
Recuerdo alguna vez
haber escuchado a mi padre (a quien tengo por una persona sabia) decir que en
nuestro país no se quiere en verdad a los niños.
Hace días alguien que
conozco bien, viéndose abrumada por el calamitoso comportamiento de su hijo, propinóle
un par de correazos a las 7 de la mañana. Una vecina, que quizá entendió
actuaba de buena voluntad, la denunció a Carabineros, quienes llegaron después
de las 23 horas al domicilio, con parafernalia de balizas y radio fuerte para
que todos se enterasen. Lo revisaron y llevaron a constatar lesiones (leves,
por cierto), siendo derivada a instancias judiciales la situación.
A la madre de este
niño, estudiante desempleada, se le impuso asistir a talleres de habilidades parentales,
cosa razonable. Lo inesperado es que se le impuso pagar la mitad de la
evaluación del padre del niño para ver si después de abandonarlo por más de 11
años sin pagar pensión alimenticia desde entonces podría retomar las relaciones
con el menor. Su marido es quien debería pagar por esto, entonces.
Cuando conocí este caso
pensé en que el exceso de celo en la cautela de los Derechos del Niño habla
exactamente de aquello que mi padre me refiere: se generan institucionalidades
desafectas de los derechos que se cautelan, y hasta se dejan las leyes sin
efecto si hay algún negocio que se vea perjudicado. Aún recuerdo las risas que
sacaba Paul Vásquez (alias Flaco Dinamita) mofándose de no pagar la pensión
alimenticia de una hija que no quiso conocer, “obras benéficas” de carácter
nacional que usan a niños para dar pena y lograr limosnas maximizando
beneficios de grandes empresas posando de solidaridad, a pesar de los convenios
internacionales en contra...
Desde la acción del
Estado tampoco hay cosas mejor que mostrar: acreditadas torturas, secuestros,
abusos sexuales y amedrentamientos que empleó la policía uniformada el 2011
contra niños que protestaban para no quedar eternamente endeudados fueron
expuestos por relatores en Cortes internacionales. Con la idea de resguardar el
orden público sin poder diferenciar se justificaron estas atrocidades.
No hay cariño por los
niños en un país donde se forman docentes que no conocen sus materias ni saben
cómo pasarlas, tal cual muestra la prueba Inicia (un 4% sabe ortografía). A
todas luces la falta de escrúpulos condena a millones de niños a recibir pésima
formación y a no entender masivamente el valor profundo y liberador del
estudio, creyendo que estudiar siempre debe resultarles entretenido y sin
esfuerzo alguno.
Me resulta entonces
abismante que a una persona que en el dolor de la traición que a veces niños de
12 años pueden dar se le castigue tanto. No he visto fiscales ni jueces
perseguir nada de lo previamente reseñado, siendo que la perpetración y promoción
masiva de esos crímenes son autoevidentes. Castigar a una persona por la
delación no protege masivamente a los niños, más bien elude el problema, máxime
si el Estado se ha obligado a entregarle a esa mujer todo el apoyo, pero ahora
sólo debe pagar talleres y mediación (emprendimiento, que le llaman).
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