martes, 2 de julio de 2013

Habemus Papam



Habemus Papam
Francisco Javier Larraín S.
13 de Marzo de 2013

                Más rápido de lo esperado el Cónclave elegía al Jefe de Estado del Vaticano, y a su líder en términos religiosos. Francisco, se presenta como un simple obispo romano y elige como nombre de mandato uno que cita a un Santo que precisamente fue contra la curia romana, primer estigmatizado de la Iglesia que organiza a su orden como un referente de sencillez y alejamiento de la opulencia de Roma. De hecho, a los cardenales no les gustaba por ser parecidos a los cátaros, pero a la segunda audiencia el Papa dio su autorización.
Cuando la Iglesia se reforma en el concilio de Letrán renuncia a poder formar cardenales en su orden, por ser eminentemente gente humilde. Una cosa no menor fue su búsqueda de la conversión de los musulmanes y el desafío a pasar por fuego frente a los mulás al que se negaron.
Aparte de los Franciscanos, funda las Clarisas y una orden seglar para laicos de los que se desconfía de su vocación pero que quieren tomar la vida religiosa.
Jorge Mario Bergoglio elige su nombre con la intención del mensaje. Pertenece a una congregación que en Chile siempre ha estado comprometida con la cuestión popular. Pero su pasado no es el más favorable: acusaciones de muchos testigos respecto de su colaboración en secuestros y el robo de bebés en la dictadura argentina pone en entredicho la elección de este 13 de Marzo, día de San Rodrigo.
San Francisco de Asís antes de esa vida de recogimiento tuvo un pasado: como a Benedicto XVI, la deserción de la guerra y el cautiverio le van conduciendo a la contemplación. Lo que busca Francisco I es la reconciliación con el pasado, con el suyo. Y si bien es bastante probable que las acusaciones en su contra sean de pleno reales se debe tener en antecedentes que en el caso de robo de bebés la alternativa no era mejor (Matar bebés no les complicaba a los militares), lo que en doctrina católica de elegir el mal menor le exime de buena parte del daño que se le achaca.
El problema es que a Bergoglio  se lo acusa de facilitar instalaciones a su cargo para que personal de la Armada secuestrase personas. La dictadura secuestraba sacerdotes y los torturaba, el nuncio vaticano Pío Laghi colaboró con su anuencia a esto, e incluso detenidos comentan que tomaba parte en las sesiones de torturas en la ESMA. Bergoglio decía que sus sacerdotes secuestrados estaban “en la guerrilla”, y luego a varios los desamparó, incluso lo acusaron de ser su delator. La Iglesia argentina sufre desapariciones de inmediato, pero nunca se hicieron cargo: Pablo VI en octubre de 1977 le habría dicho a Massera que ese tema estaba terminado, la Iglesia Romana con Juan Pablo II no cambiaría, precisamente.
Hoy, varios años después, Bergoglio se ve enfrentado a hacer de la Iglesia un ente transparente en lo bancario y legal, seguramente le incordiarán con su pasado y el de la Iglesia. Pero los católicos creemos en las conversiones y en la insondabilidad del alma ajena, más aún necesitamos que una persona como esta sepa guiar y esta vez se enfrente a la asociación ilícita en la que Juan Pablo II convirtió la Iglesia Romana.
Milagros ocurren. Aunque ellos cuestionen la perfección de la obra divina es la fe que hace que, aun cuando se conozcan todas estas cosas, se confíe. Poco a estas alturas, pero se hace.

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