Un Quijote sin rendir
Francisco
Javier Larraín
13 de Abril de 2011
La semana pasada recordaba
personajes de literatura de Enseñanza Media con colegas y amigos. Haciendo
alguna mención a los que nos parecían más importantes, para lo que más adelante
nos volveríamos, el personaje de Don Quijote vuelve a aparecer, en principio
para inspirar, pero normalmente tendemos a dejar de ver su historia completa; básicamente
porque no termina bien, y sobre este destino quiero escribir esta semana.
El libro comienza con Alonso
Quijano, que de mucho leer, y de poco dormir (vaya combinación fatal) termina
confundiendo la realidad con lo que de los libros su cerebro había quedado
impregnado: novelas de caballería. El libro está lleno de confusiones penosas
que el protagonista lleva con imitable entereza. Este choque está producido en
el hecho que las convicciones morales del Quijote se conciben desde la
fantasía. Las convicciones del Quijote son correctas, pero su manera de
entender el cómo llevarlas a cabo suelen estar completamente erradas porque el
mundo no se corresponde al lugar donde se quieren llevar a cabo, lo voy a
explicar después de este paseo.
Todos los que tomamos el libro, que
en el Liceo no se digiere ni se aprende profundamente, recordamos que el
Quijote parte de convicciones profundas y espirituales, alejadas del
pragmatismo de Sancho y del materialismo del resto de los personajes. Incluso
sorprende que Cervantes tome partido por su protagonista cada vez que es
sometido a escarnio público, puesto que es demasiado el castigo de las pruebas
por las que hace pasar al manchego que se supone harán entrega de un ser más
puro y espiritual aún. Hasta cae bajo el influjo de una labradora de “muy buen
parecer” pretendiéndole origen noble, traicionándose en algo que le es
importante.
En la segunda parte cambian las
cosas, es Sancho el que se torna más espiritual y más cercano en fidelidad al
asumirse verdadero escudero de alguien respetable; es el Quijote quien ve su
espíritu comenzando a flaquear. Como dato anecdótico: el libro (también) es una
burla a Lope de Vega, quien después de abandonar a su mujer se dedica a
publicar sus amoríos en formato romántico. Mal que mal, Cervantes hace que Don
Quijote recite romances en sus momentos de desvaríos más profundos.
Finalmente Don Quijote es vencido en
la playa de Barcelona, su vencedor le hace prometer que volverá a su pueblo y no
saldrá nuevamente como caballero andante. El manchego cede y vuelve herido de
sensatez.
Muere de pena al volver a la
cordura. Su escudero aprende de él convicciones morales, convirtiéndose en
excelente gobernante aprendiendo las lecciones que el Quijote encarnaba, pero
Alonso Quijano tuvo convicciones según su fantasía fuera alimentada, el golpe a
sus ideales era uno a su fantasía; y él fue progresivamente abandonando sus
ideales.
Lo que he revisado estos días,
gracias a mis compañeros de trabajo, es que los ideales deben hacerse carne,
fundándolos siempre en la realidad muchas veces enemiga de ellos. Evidentemente
el Quijote se rinde, yo me niego a ceder mis ideales, lo que me obliga a pasar
muchos malos ratos con la realidad donde quiero que mis convicciones se lleven
a cabo. Pero para eso no se debe adornar la realidad, hay que hacerse cargo de
ella.
Queridos lectores, porfiemos en
cambiarnos para cambiar el mundo, los perros ladrarán desde su miseria, pero
significará que avanzamos.
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