lunes, 1 de julio de 2013

Ya sabemos lo que va a pasar



Ya sabemos lo que va a pasar
24 de Noviembre de 2010
Francisco Javier Larraín

Regularmente viene a la ciudad algún club “grande” a disputar algunos puntos con el cuadro de O’Higgins. Forasteros que, más que sólo eso, traen consigo una estela de bárbaros que los acompañan, para lo que se tiene una extensa capacidad de expresar distancia para quienes suelen tener una mejor crianza, así como más y mejores oportunidades.
Siempre, en virtud de mi ejercicio académico se me consulta por la existencia de estas barras bravas.  Llama la atención que personas con algún grado de amor propio sin sentir vergüenza ninguna se exprese como sólo un grupo de primates de muy mala leche haría. La respuesta es sencilla: porque esas barras le dan un sentido de pertenencia a algo y además le entregan identidad. Bastante miserable sentido de la propia persona, dirán varios, me lo parece también, pero gente que siente mucha rabia tiende a no actuar racionalmente y en masa lo tiende a hacer violentamente.
Desde las Ciencias Sociales sabemos que la conducta de la persona inserta en una muchedumbre tiende a ser altamente influenciable, manipulable y controlable. Esto, para el desorden más extremo y también para el control social más eficiente en situaciones de normalidad, necesitamos menos guardianes que un grupo de ovejas para seguir lo que hace el otro. Hemos llegado al punto donde la gente se hace daño porque prefiere una marca registrada antes que otra.
Sin embargo, para llegar a las barras bravas como ese elemento tan masivo que resultan hay que destacar un punto: se debe promover su existencia para mantenerlas, ningún grupo se organiza sin apoyo, menos si está al margen de la ley. Clubes que amparan las actuaciones de sus líderes, incluso al amenazar a sus técnicos y jugadores, aún recuerdo al doctor Orozco hablando de sus “muchachos”.
Como indiqué anteriormente las personas tienen la necesidad de sentirse parte de algo, y esta necesidad no tiene por qué ser racional. Pocos saben que actualmente no existe el equipo campeón de la Libertadores de 1991, y que el equipo que arrienda el nombre a la Universidad no es tampoco el que hizo ese bicampeonato 1994-1995. Ambos clubes quebraron, lo que indica que operan bajo un nombre de fantasía alterado y que su continuidad depende de si los acreedores establecen que desean seguir recuperando lo adeudado. Usan el nombre de fantasía para hacer caer a algún incauto. Distinto es cuando la administración del club se pasa a una Sociedad Anónima Deportiva (harina de otro costal).
Barrios donde gente se dispara con la excusa de la camiseta, partidos de fútbol en el marco de la tensión por los desmanes, comerciantes que sirven a la comunidad con el riesgo de perderlo todo, esto sirve para que un grupo de personas que gana con que se crea que aún existe su equipo más allá de la entelequia real (vaya oxímoron). ¿Cómo no les va a venir en provecho que además se pague su espectáculo privado con dotación policial excesiva que debe cuidar a la ciudadanía?
Falta de sueños está la sociedad, pero más dormido que nunca está el ciudadano que dotado de capacidad crítica hace algo por transformar sus condiciones de existencia. Cuando la única expresión individual es comprarse ropa, perfumes y alguna otra chuchería muchos tratarán de encontrar ideología en espejismos.

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