Ya sabemos lo
que va a pasar
24 de Noviembre de 2010
Francisco Javier Larraín
Regularmente
viene a la ciudad algún club “grande” a disputar algunos puntos con el cuadro
de O’Higgins. Forasteros que, más que sólo eso, traen consigo una estela de
bárbaros que los acompañan, para lo que se tiene una extensa capacidad de expresar
distancia para quienes suelen tener una mejor crianza, así como más y mejores
oportunidades.
Siempre,
en virtud de mi ejercicio académico se me consulta por la existencia de estas
barras bravas. Llama la atención que
personas con algún grado de amor propio sin sentir vergüenza ninguna se exprese
como sólo un grupo de primates de muy mala leche haría. La respuesta es
sencilla: porque esas barras le dan un sentido de pertenencia a algo y además
le entregan identidad. Bastante miserable sentido de la propia persona, dirán
varios, me lo parece también, pero gente que siente mucha rabia tiende a no
actuar racionalmente y en masa lo tiende a hacer violentamente.
Desde
las Ciencias Sociales sabemos que la conducta de la persona inserta en una
muchedumbre tiende a ser altamente influenciable, manipulable y controlable.
Esto, para el desorden más extremo y también para el control social más
eficiente en situaciones de normalidad, necesitamos menos guardianes que un
grupo de ovejas para seguir lo que hace el otro. Hemos llegado al punto donde
la gente se hace daño porque prefiere una marca registrada antes que otra.
Sin
embargo, para llegar a las barras bravas como ese elemento tan masivo que
resultan hay que destacar un punto: se debe promover su existencia para
mantenerlas, ningún grupo se organiza sin apoyo, menos si está al margen de la
ley. Clubes que amparan las actuaciones de sus líderes, incluso al amenazar a
sus técnicos y jugadores, aún recuerdo al doctor Orozco hablando de sus
“muchachos”.
Como
indiqué anteriormente las personas tienen la necesidad de sentirse parte de
algo, y esta necesidad no tiene por qué ser racional. Pocos saben que
actualmente no existe el equipo campeón de la Libertadores de 1991, y que el
equipo que arrienda el nombre a la Universidad no es tampoco el que hizo ese
bicampeonato 1994-1995. Ambos clubes quebraron, lo que indica que operan bajo un
nombre de fantasía alterado y que su continuidad depende de si los acreedores
establecen que desean seguir recuperando lo adeudado. Usan el nombre de
fantasía para hacer caer a algún incauto. Distinto es cuando la administración
del club se pasa a una Sociedad Anónima Deportiva (harina de otro costal).
Barrios
donde gente se dispara con la excusa de la camiseta, partidos de fútbol en el
marco de la tensión por los desmanes, comerciantes que sirven a la comunidad
con el riesgo de perderlo todo, esto sirve para que un grupo de personas que gana
con que se crea que aún existe su equipo más allá de la entelequia real (vaya
oxímoron). ¿Cómo no les va a venir en provecho que además se pague su
espectáculo privado con dotación policial excesiva que debe cuidar a la
ciudadanía?
Falta
de sueños está la sociedad, pero más dormido que nunca está el ciudadano que
dotado de capacidad crítica hace algo por transformar sus condiciones de
existencia. Cuando la única expresión individual es comprarse ropa, perfumes y
alguna otra chuchería muchos tratarán de encontrar ideología en espejismos.
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