Aseguramiento de la calidad y el lucro (¿Quién
controla?)
Francisco Javier Larraín Sánchez
27 de Septiembre de 2011
Hace unos días atrás
estaba en el bus esperando pasar el peaje Angostura, iba camino de mi santiaguino
domicilio. Estaba lleno, el aire dentro era de todo menos el que tengo en el
trabajo. Sólo era cosa de avanzar para llegar a casa, y la energía eléctrica ya
no estaba ahí.
Mi celular saca
fotografías, graba video los reproduce, tiene juegos, agenda, alarma, calculadora
y un sinfín de funciones más. Después del terremoto las compañías de telefonía
móvil públicamente comprometieron mejoras, aseguraron que los mensajes de texto
e internet eran una opción por sobre las llamadas en situaciones como éstas. Durante
el apagón mandé y se me enviaron mensajes que no llegaron, mi internet WAP
(pagada) no hacía más que agua (se podía con 3G o 2G, que son gratuitas, que no
tengo en mi aparato, junto con la amplísima mayoría de la población). La
explicación de las compañías era la sobredemanda de llamados, como si
aparecieran teléfonos nuevos con el apagón, como si no supieran la cantidad de
celulares a los que deben buena atención. Un atentado y un insulto contra la
inteligencia de los clientes.
Luego, en mi ciudad,
personeros del Transantiago decían que el sistema operaba normalmente; debió
ser en otra ciudad. Estaba en un paradero atestado y el Metro llevaba más de
una hora evacuado, no transitaban micros que se detuvieran porque no cabía
nadie más dentro de ellas. Finalmente sólo evadiendo mi pasaje pude subir al
único espacio disponible.
En menos de dos horas
tres servicios que resultan estratégicos (energía, transportes y
telecomunicaciones) estaban inoperantes o muy lejos de la eficiencia. Llevamos
casi cinco meses con movilizaciones estudiantiles sobre otro servicio. ¿Qué
hermana estas situaciones? La calidad de
lo entregado no está asociada a que el lucro percibido fuerce a las corporaciones
a entregar un servicio que cumpla con los requerimientos de quien entrega los
dineros.
Evidentemente en un
Estado soviético tampoco tendríamos certeza sobre la calidad de lo entregado.
Pero hoy con una cacareada “libertad de elegir” muchas veces nos vemos
remitidos a rogar que no se abuse de nosotros. Vivimos en otro polo, uno donde
el Estado desaparece y las corporaciones no tienen por qué responder
eficientemente. Mal que mal, ya hemos tenido un terremoto con apagón, y meses
más tarde, un gran apagón. Y la verdad, el sistema anduvo peor para mí esta
vez.
El lucro,
definitivamente, no sirve para asegurar la calidad de los servicios que se
entregan. No necesariamente la ausencia de éste nos va a servir, no lo he
dicho, ni lo propongo. Lo que no quiero es dejar de establecer que cuando se
habla de recurso estratégico del que la defensa y el desarrollo dependen,
centrarla en la ideología del lucro es precisamente quedar descubiertos (por no
decir contrario al interés del país). Las empresas, desde la irrupción de los
economistas actualmente mainstream, no tienen por qué preocuparse del
desarrollo del país. A lo largo del mundo las corporaciones generalmente
prefieren dejar desempleo en un lugar antes de responder a las garantías
recibidas. De hecho, en las corporaciones la responsabilidad se diluye.
La discusión sobre la
calidad no se sostiene exclusivamente, al menos, sobre el lucro. Esperemos que
la época primaveral establezca brotes creativos en quien deben proponer
soluciones.
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