Feudos
Francisco Javier
Larraín S.
15 de Noviembre de 2012
Hace unos días nos enteramos que una
reforma a las ISAPRES había sido detenida por el lobby intenso que se hace. Un
grupo reducido de empresas (cuatro concentran el 87% de las utilidades del sector)
puede lograr cosas del Ejecutivo y del Legislativo pasando por encima de
millones de electores afectados por las prácticas de estas empresas.
El número 9 del artículo 19 de la
Constitución del Estado (que en lo profundo sigue siendo lo mismo que hace 32
años) dice que al Estado le corresponde “la coordinación y control de las
acciones relacionadas con la salud.” Pero vemos intromisión de un grupo pequeño
de actores sobre la voluntad mayoritaria expresada en sus representantes. El
Legislativo se elige por personas afectadas por los intereses de estos grandes
conglomerados. No tiene mucha diferencia con la tiranía entonces si la voluntad
popular se debe subyugar a los intereses de uno o más grupos económicos.
Peor aún, se repite el precedente donde
alguien que controla directorios de varias empresas, que tiene incidencia sobre
el PIB como gremio, puede determinar la agenda legislativa. No se defiende ni
la competencia ni la creación de nueva riqueza, hace décadas que ni siquiera es
capitalismo. Las AFP, diseñadas para no cumplir lo que prometieron sus
promotores y diseñadores, poseen 150 mil millones de dólares en activos bajo su
tutela, los que por encaje pueden ser invertidos en mayor medida.
Tenemos una clase dirigente que desde el
Ejecutivo y Legislativo posee acciones en varias de estas empresas (petroleras,
eléctricas, pesqueras, AFP, ISAPRES, etc.) y que ni siquiera se inhabilita de
votar, e incluso por pudor, a pesar de contar con habilitación de Contraloría. Hemos
visto funcionarios de confianza de un accionista de Copec votar sobre el
proyecto Isla Riesco.
Un país donde sus plutócratas con
rasgos de psicopatía (capacidad de hacer daño al otro para obtener un beneficio
o placer, mintiendo o distrayendo a la opinión pública), y que con descaro
abusa (ayer dijo un dirigente empresarial que con muchos feriados seríamos “un país de flojos”), con una jornada laboral
que no permite tener familia, y que se paga mal está muy lejos de ser una
democracia. La actividad económica mayoritaria es sobre recursos naturales y
bienes no tan procesados, junto con la venta de servicios y la renta, poca
tecnología, poca inteligencia.
Es tanta la sensación del feudo: el
año pasado y este recuerdo los secuestros, abusos sexuales, torturas y
amedrentamientos de Carabineros apoyados públicamente por el Ministerio del
Interior. Los agredidos se manifestaban contra un sistema que los esclavizaba
por la banca y que castigaba a las familias si querían estudiar. Pero
cuestionar eso va contra el orden de la Granja, como orwellianamente podemos
decir.
En resumen, la democracia es sólo
formal, no hay República (los poderosos pasan por sobre los intereses de la
mayoría); la plutocracia no compite ni genera riqueza (no es capitalista) y el
poder en toma de decisiones basada en la participación de sociedades o en
propiedad sigue estando determinada por el patrimonio familiar.
Chile sigue estando en la Edad Media,
con mucha tecnología para embrutecer al pueblo llano, donde la Neonobleza sólo
controla pero no termina de producir y evita hacerse cargo de pleno de aquellos
que le producen. Y por supuesto, carentes de sentido de trascendencia, nuestra
religión es ser salvados en el crecimiento por el consumo. Para eso se
construyen estos templos llamados “Mall”.
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