Los
malos están fuera…
Francisco
Javier Larraín S.
18 de Octubre de 2012
Voy
a referirme a los escándalos de dineros (subejecución presupuestaria, programas
que no son tales, etc.) drogas, violencia y torturas a consecuencia de movilizaciones
sociales, pero no en su causa institucional. No será un lamento, será una
autocrítica descarnada.
Lo
que ocurre en el Ministerio del Interior es doloroso (y en varios más en otros
temas), pero es impresentable pretender que tanto ocurra fuera de nuestra vida.
Los Ministerios operan con miles de personas como cada uno de nosotros, no
nacieron en un país aparte ni son seleccionados con características ajenas a lo
que se encuentra en el Chile más usual.
No
voy a juzgar esta vez el obrar de Rodrigo Hinzpeter ni de su expuesto
subsecretario. El sentido de lo que busco transmitir es que, cuando todo se ve
tan negro y oscuro en el obrar ajeno, quizás sea prudente hacer el examen
respecto de las cosas que personalmente hemos contribuido para aquello. Cansa
muchas veces la explicación de que la sociedad tenga la culpa de lanzas,
monreros y similares. Pero para juzgar al poder debemos tener una claridad meridiana
sobre el hecho que el poder no siempre impone una agenda autoritaria si no hay
un pueblo llano para aquello. ¿Qué hacemos para estar concientes? ¿Evitamos
perder tiempo leyendo o revisando de manera televisiva algún affaire de alguien
sin importancia en nuestro interés social? ¿Actuamos para, al menos, demostrar
enfado ante la ejecución del mal sobre otros que no son cercanos a mí? ¿Evita
hablar de temas espinosos aunque quizá al visualizarse una injusticia las
víctimas puedan liberarse de sus opresores?
¿Por
qué lo pregunto? Básicamente porque si tengo el poder no me voy a molestar en
cambiar nada si la gente no hace nada al respecto. Encapuchados de dudoso
gremio queman micros, policías secuestran y abusan de estudiantes en “paseos”,
se presentan mal querellas para investigar el actuar de quienes nos resguardan,
se licitan las riquezas para enriquecimiento privado a precio vil y con
procedimiento viciado y hasta perjurio (lo del litio fue a menor precio que el
Barcelona pagó por Alexis Sánchez), se golpea y gasea a niños menores de diez
años en colegios y sus hogares por ser mapuches, se mantiene un sistema educacional
que a costa de las familias y el Estado enriquece por interés y sobreprecio a
privados y bancos, ni hablar de nuestro sistema de pensiones... Y no veo a
nuestro “pueblo solidario” exigiendo modificar estos hechos. Solidarios nos
creemos cuando entregamos limosna y enriquecemos a algunos por comprar bienes
de una campaña que contribuye a violar pactos internacionales sobre infancia y
discapacidad.
Antes
de criticar a los ministros de éste, y otros gobiernos, quizá sería bueno
internalizar aquello que hemos hecho por permitirlo. Alguien dirá que tiene
miedo (perder el trabajo, represalias de la vida personal o la integridad
física y de los bienes), “es difícil con oligopolio de los medios” se oirá…
pero evidentemente el orden actual se sustenta en el miedo y en el
acostumbramiento.
Muchos
descreen que algo tenido por malvado pueda estar en el seno del país, ciudad,
organización o familia. Pero el mal que vivimos a nivel institucional no nació
lejos de nosotros, nosotros lo permitimos. Ningún cambio social para el
beneficio cierto de una masa de gente ha salido del conducto regular, quizá sea
tiempo de asumirnos adultos y responsables. Su miedo lo hace cómplice de lo que
critica.
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