Embarazo adolescente, reflexión
(seriamente) progresista.
12 de Noviembre de 2010
Francisco Javier Larraín
Francisco Javier Larraín
Soy hijo de matrona, criado en un
hogar de izquierdas y convencido de que la mixtura entre el esfuerzo individual
y la potenciación de la infinita capacidad de creación humana mejora la vida individual
y el mérito trascendente que como especie nos debemos si somos algo más que
primates asegurando subsistencia.
En mi acción docente el tema de la
maternidad inicialmente no deseada es recurrente. He tenido muchas alumnas en
variados planteles que fueron madres antes de ingresar, y eso trae a mi mente
un recuerdo antiguo de cómo se enfrentaba la maternidad adolescente, lo que más
se repite en mí recuerdo es el abandono de la futura madre por la preocupación
del qué dirán (vergüenza decían, que no les alcanzó al abandonar niñas a su
suerte) o una suerte de confinamiento doméstico donde prácticamente se cumplían
trabajos forzados en casa. Por eso es que durante mucho tiempo, con la argucia
de salvar el futuro de las niñas se encontraba el aborto plenamente extendido,
y esa “buena intención” comenzó a ser entendido como un derecho de grupos más
deprivados. No condeno el aborto a priori, una mujer con varios hijos y riesgo
de morir de tener su bebé no puede dejar abandonadas a las criaturas con las
que ya vive por alguna exquisitez conceptual de dejar como optativa la vida de
la madre (No veo a los supuestos pro-vida corriendo a alimentar a esos
huérfanos, menos pagándoles una carrera).
Estoy
en contra de quienes reivindican el aborto como cualquier otro método de
contracepción, más aún si se dicen de izquierdas. Sólo ciertos estalinistas en
una época tardía lo comenzaron a reivindicar para dar fondo político al aborto
de la autoridad soviética (que muchos aún hoy creen socialista), obviando el
estadounidense, claro. La bandera abortista es más bien ingenua: busca
perfección en un mundo que no la vive (los anticonceptivos no son eficientes al
100%) y favorece el retroceso del acceso al conocimiento para el mejor disfrute
humano. Las feministas que lo defienden reducen
el potencial de la mujer a una expresión miserable. Ni hablar de la
torpeza de pretender que el bebé es una amígdala o uña sobre la que se tienen
derechos.
Por
eso me da gusto que hoy los padres entiendan su papel en no condenar a una
muchacha y su bebé a la miseria, más bien están buscando que surjan. Padres,
maestros y amigos que apoyan son verdaderos agentes pro-vida, puesto que hacen
que la vida no sea sólo un dato, lo vuelven un hecho lleno de sentido en el que
ese bebé tenga un mundo de oportunidades. Ahí se ve si los padres tienen algo
más que vergüenza: grandeza. Censurar socialmente a la adolescente embarazada
es empujarla al aborto y conseguir otros embarazos más porque no hay de quién
aprender lo duro que resulta trasnocharse cuidando al hijo, estudiar, cumplir
en casa, etc., no se le puede pedir a una chiquilla que como castigo a su
espera resuelva sola su vida.
La
solución al embarazo adolescente debe ocurrir antes de éste. Dotemos a los
muchachos de mil sueños que hacer antes que consideren siquiera exponerse.
A
P.F.
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