Sobre
conflictos, algunas palabras
Francisco Javier Larraín
16 de Diciembre de 2010
Hace algunos años llevo una cátedra
que aborda la resolución de conflictos, entre personas y grupos, quisiera
compartir algunas cosas que he desarrollado con mis estudiantes de Orientación
Familiar, que deben tener preparación para definirlos y mediarlos.
El conflicto surge de la oposición incompatible
de intereses o modos de entender la realidad, pero necesita que las partes que
antagonizan estén enteradas de esa oposición.
Mucho de sentido común, pero de poca
sabiduría hay circulando para reducir el conflicto, incluso hay militantes de
modas que intentan reforzar lo emocional antes que enfrentar el conflicto en su
amplitud más pura. Poco hay de inteligente en reforzar lo emocional cuando se
necesita consciencia.
Ahora, para entender la raíz de los
conflictos se debe tener en claro que muchas veces tienen su raíz más profunda
en un factor cultural, que las telenovelas y las películas no ayudan mucho a mejorar,
hay perfiles de personas que tienden a tener conflictos profundos, que se
promueven como posibles y que en conflicto generan frustración y más ira.
Junto con lo anterior tenemos que se
ha construido una sociedad que en sus medios y variados líderes propone que hay
que dejar de considerar al otro como una persona válida. Hasta se enseña en las
escuelas de negocios de variados planteles universitarios que se debe
perjudicar al otro previo a que el otro tenga la posibilidad de fastidiarlo a
uno (Mis saludos a Bernardo Javalquinto, quien en este medio nos habla de ética
en los negocios).
Hay
gente que bebe cerveza en el transporte público, oye “música” en sus celulares para
todo el microbús y no sienten empacho en vociferar groserías frente a niños
pequeños en plazas con juegos y saliendo del colegio; primero está su placer de
ser poco más que un primate abusador, y luego el resto, después de molestarlos.
Pura psicopatía, de moda y buena onda, claro.
A pesar de ello, creo sinceramente
que existen caminos para reducir esta tendencia al conflicto interpersonal. Lo importante
es asumir que las personas, con menos esfuerzo que el dispuesto para enojarse, pueden
llegar a entenderse. Lo único en lo que se debe trabajar es en la noción de
cada otra persona como legítima. Quizá comprender que las ideas que tenga el
otro no es el otro, los sentimientos del otro no son el otro. Una persona es
mucho más que sus acciones, ideas, sentimientos y emociones. Y cuando se olvida
esto comienzan los problemas, y si se quiere permanecer ciego del otro sólo se
agravarán.
Soy optimista también porque la
literatura de conflictos está de moda, así como se pusieron de moda los textos
médicos para la hipocondría nacional, en lo que somos líderes mundiales con los
alemanes; ahora se lee más sobre conflictos y mediación aún de manera incipiente,
ciertamente, pero con las mediaciones en familia y escuela no queda más que la
curiosidad para el público menos informado.
Lo pendiente es formar a las nuevas
generaciones para que aprendan el valor inconmensurable que es cada persona en
sí misma.
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