Cristianismo
sin Cristo
Francisco Javier Larraín
29 de Marzo de 2011
Una de las gracias de la vida
académica es que se puede conversar de cualquier tema sin recurrir a temores o
amenazas. El tópico religioso es recurrente entre colegas y estudiantes, hace
algunos días fui interpelado por un muchacho, frente a mis anteriores
publicaciones. Su cuestionamiento fue causa de una reactualización de mis respuestas;
lo consulté con un amigo sacerdote, que me explicó que mi visión es bastante
recurrente dentro de tradiciones teológicas actuales, así que acá vamos.
Mi respuesta frente a la consulta es
más bien simple: me declaro cristiano sin necesidad del Cristo de las
religiones. Quizá suene extraño, o incluso herético, pero creo profundamente
que no se puede hacer una religión de alguien que constantemente estimaba que
no se debía la persona subyugar a la organización de la fe. Fijarse en la
religión construida antes que en Cristo es como aquellos que creen que
cumpliendo con lealtad a sus partidos políticos hoy dejan de traicionar a los
inspiradores y fundadores de muchos de ellos. Es decir, el Cristo en el que
creo trasciende cualquier religión “cristiana”, incluso el hecho de que exista
me complica, creo en el mensaje.
El mensaje de Cristo es lo primero
que murió entre las necesidades de quienes se declararon seguidores o
administradores de su poder. Se establecieron cómodamente en párrafos del Nuevo
Testamento que los primeros cristianos no reconocían en aquellos que iba
imponiendo Roma (por lo que se les diezmó). Incluso buena parte de los dogmas
de fe fueron firmados bajo amenaza del Emperador Constantino a los obispos que
él convocaba para aprobar sus requerimientos.
El mensaje de Cristo es para invitar
a la gente a vivir preocupados honesta y efectivamente por los demás, a
entender que no se puede servir a Dios y al dinero al mismo tiempo, que el
poder que se ejerce desde las autoridades políticas y religiosas es “prestado”.
Encorsetar a Dios en la Biblia, como un hechizo para un fantasma que no puede
escapar de ahí es algo muy proclamado y deshonesto, esconder a un Cristo que
echaba a los mercaderes del Templo es particularmente extraño a la voluntad de Él
mismo.
Cristo habla de un camino en el que
padre e hijo se verían enfrentados y no tendrían paz; incluso, no ofrece más
que recomendaciones de bondad en un mundo que se muestra cada vez más
amenazante y violento contra quienes no van a imponer su propia comodidad sobre
la salud de los demás. Dudo que Él pidiera cheque en garantía o Dicom a los
enfermos que sanaba.
El
Padre Hurtado, una persona a quien reconozco un cristianismo real, decía que no
podía llamarse católico (yo digo cristiano) a alguien que pagaba sueldos para
apenas tener fuera del hambre y la precariedad a contingentes de trabajadores,
a quienes se les amenazaba con el desempleo si pedían más del fruto de su
trabajo. El mismo sacerdote decía: “el
cristianismo o es una vida entera de donación, una transubstanciación en
Cristo, o es una ridícula parodia que mueve a risa y a desprecio”. No hay
cristianismo sin entrega o cómodo, es riesgo permanente de perder las
seguridades por enfrentarse con el poder político e ideológico establecido. Por
eso murió Cristo, atender su mensaje es realmente ser cristiano. Cristo no está
solamente en los altares, está en todos lados.
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