lunes, 1 de julio de 2013

Cristianismo sin Cristo



Cristianismo sin Cristo
Francisco Javier Larraín
29 de Marzo de 2011

            Una de las gracias de la vida académica es que se puede conversar de cualquier tema sin recurrir a temores o amenazas. El tópico religioso es recurrente entre colegas y estudiantes, hace algunos días fui interpelado por un muchacho, frente a mis anteriores publicaciones. Su cuestionamiento fue causa de una reactualización de mis respuestas; lo consulté con un amigo sacerdote, que me explicó que mi visión es bastante recurrente dentro de tradiciones teológicas actuales, así que acá vamos.
            Mi respuesta frente a la consulta es más bien simple: me declaro cristiano sin necesidad del Cristo de las religiones. Quizá suene extraño, o incluso herético, pero creo profundamente que no se puede hacer una religión de alguien que constantemente estimaba que no se debía la persona subyugar a la organización de la fe. Fijarse en la religión construida antes que en Cristo es como aquellos que creen que cumpliendo con lealtad a sus partidos políticos hoy dejan de traicionar a los inspiradores y fundadores de muchos de ellos. Es decir, el Cristo en el que creo trasciende cualquier religión “cristiana”, incluso el hecho de que exista me complica, creo en el mensaje.
            El mensaje de Cristo es lo primero que murió entre las necesidades de quienes se declararon seguidores o administradores de su poder. Se establecieron cómodamente en párrafos del Nuevo Testamento que los primeros cristianos no reconocían en aquellos que iba imponiendo Roma (por lo que se les diezmó). Incluso buena parte de los dogmas de fe fueron firmados bajo amenaza del Emperador Constantino a los obispos que él convocaba para aprobar sus requerimientos.
            El mensaje de Cristo es para invitar a la gente a vivir preocupados honesta y efectivamente por los demás, a entender que no se puede servir a Dios y al dinero al mismo tiempo, que el poder que se ejerce desde las autoridades políticas y religiosas es “prestado”. Encorsetar a Dios en la Biblia, como un hechizo para un fantasma que no puede escapar de ahí es algo muy proclamado y deshonesto, esconder a un Cristo que echaba a los mercaderes del Templo es particularmente extraño a la voluntad de Él mismo.
            Cristo habla de un camino en el que padre e hijo se verían enfrentados y no tendrían paz; incluso, no ofrece más que recomendaciones de bondad en un mundo que se muestra cada vez más amenazante y violento contra quienes no van a imponer su propia comodidad sobre la salud de los demás. Dudo que Él pidiera cheque en garantía o Dicom a los enfermos que sanaba.
El Padre Hurtado, una persona a quien reconozco un cristianismo real, decía que no podía llamarse católico (yo digo cristiano) a alguien que pagaba sueldos para apenas tener fuera del hambre y la precariedad a contingentes de trabajadores, a quienes se les amenazaba con el desempleo si pedían más del fruto de su trabajo. El mismo sacerdote decía: “el cristianismo o es una vida entera de donación, una transubstanciación en Cristo, o es una ridícula parodia que mueve a risa y a desprecio”. No hay cristianismo sin entrega o cómodo, es riesgo permanente de perder las seguridades por enfrentarse con el poder político e ideológico establecido. Por eso murió Cristo, atender su mensaje es realmente ser cristiano. Cristo no está solamente en los altares, está en todos lados.

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