El
Padre Hurtado y los mapuches.
Francisco
Javier Larraín S.
19 de Agosto de 2012
Hace
pocos días atrás me di cuenta que había una conexión entre el caso de las reivindicaciones
de tierras mapuche y la historia personal de Alberto Hurtado Cruchaga.Al menos
dentro de la leyenda urbana, que quizá es necesario despejar.
Si
bien lo que hoy llamamos Wallmapu o Araucanía fue anexada a Chile en situación
de ocupación y pillaje ocurrida desde 1861 (no fue guerra, en rigor), significó
el traslado a lugares infértiles o de escaso tratamiento agrícola para las
comunidades que terminaron ocupando un 6,18% de la tierra que les pertenecía en
reducciones, siendo hechos desaparecer los mapuches hasta bien entrado el siglo
veinte (en 1934 se asesinó a 400 mapuches, se tomaron presos 500, pero
recibieron juicio 23, el resto fue hecho desaparecer por el Ejército, entre
otras cosas). El Estado entregó el resto de los territorios a chilenos y 36 mil
colonos europeos más sus familias.
Pues
bien, tras esa breve reseña se debe indicar que existe una leyenda urbana que
trata de justificar la expropiación de tierras, que por tan abyectamente
canalla, la gente que la enarbola deja de ver lo impresentable de ella. La cuestión
viene a ser como sigue: los mapuches entregaban sus tierras a cambio de una
chuica de vino o chicha. Si bien he oído eso desde pequeño esa explicación
tiene un vicio evidente: se pretende que es correcto el pago de precio vil de
una propiedad basada en la ignorancia o necesidad de quien la ejecuta, ése es
justamente en lo que conecta al Padre Hurtado.
El
padre del Santo, don Alberto Hurtado Larraín muere con el niño de 4 años. Su
viuda, Ana Cruchaga Tocornal, pasando apuros económicos, la incertidumbre, que
las mujeres de la época no velaran por temas económicos hizo que vendiera parte
de las propiedades familiares a precio canalla. Alberto Hurtado Cruchaga vivió
en casa de familiares alternadamente con su madre y hermano (sin casa y
dependiendo de otros) tenía vocación religiosa desde joven, pero su madre no se
lo permitió en su momento (1917): si él entraba al sacerdocio ella no tendría
como subsistir con tranquilidad. Por ello es que se titula de abogado en 1923,
a los 22 años estudiando y trabajando para sostener a su madre y hermano.
Demostrando solidaridad incluso funda un consultorio jurídico para obreros.
El
hecho es que Luis Alberto Hurtado Cruchaga vive en 1923 el arreglo de la
situación familiar que lo tenía impedido de ingresar a la Compañía de Jesús.
Básicamente su tío presionó a la persona que se aprovechó de la situación
desventajosa de su madre recién viuda para que rindiera un dinero que
restituyese, en parte, la fortuna malhabida por “lesión enorme”.
El
caso es que en el caso de Alberto Hurtado tenemos un ejemplo vivo de que la
canalla inventada al pueblo mapuche es impresentable ¿Por qué se puede reparar
a Ana Cruchaga y no a las comunidades indígenas a través del Estado, principal
perpetrador de su miseria?. Si Luis Alberto hubiese visto sus apellidos siendo Catrilef,
Lemún, Llancaleo, Collío o Huenante jamás habría sido ni abogado o sacerdote,
porque en la época los mapuches estaban relegados en reducciones y como mucho
accedían a trabajos con escasa consideración social (o asesinados por el Estado
y hacendados).
El
ejemplo del Padre Hurtado sigue siendo inspirador para quienes nos conmovemos
de la urgencia de aquellos que sufren en donde está el verdadero rostro de
Cristo.
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