lunes, 1 de julio de 2013

El Padre Hurtado y los mapuches.



El Padre Hurtado y los mapuches.
Francisco Javier Larraín S.
19 de Agosto de 2012

            Hace pocos días atrás me di cuenta que había una conexión entre el caso de las reivindicaciones de tierras mapuche y la historia personal de Alberto Hurtado Cruchaga.Al menos dentro de la leyenda urbana, que quizá es necesario despejar.
            Si bien lo que hoy llamamos Wallmapu o Araucanía fue anexada a Chile en situación de ocupación y pillaje ocurrida desde 1861 (no fue guerra, en rigor), significó el traslado a lugares infértiles o de escaso tratamiento agrícola para las comunidades que terminaron ocupando un 6,18% de la tierra que les pertenecía en reducciones, siendo hechos desaparecer los mapuches hasta bien entrado el siglo veinte (en 1934 se asesinó a 400 mapuches, se tomaron presos 500, pero recibieron juicio 23, el resto fue hecho desaparecer por el Ejército, entre otras cosas). El Estado entregó el resto de los territorios a chilenos y 36 mil colonos europeos más sus familias.
            Pues bien, tras esa breve reseña se debe indicar que existe una leyenda urbana que trata de justificar la expropiación de tierras, que por tan abyectamente canalla, la gente que la enarbola deja de ver lo impresentable de ella. La cuestión viene a ser como sigue: los mapuches entregaban sus tierras a cambio de una chuica de vino o chicha. Si bien he oído eso desde pequeño esa explicación tiene un vicio evidente: se pretende que es correcto el pago de precio vil de una propiedad basada en la ignorancia o necesidad de quien la ejecuta, ése es justamente en lo que conecta al Padre Hurtado.
            El padre del Santo, don Alberto Hurtado Larraín muere con el niño de 4 años. Su viuda, Ana Cruchaga Tocornal, pasando apuros económicos, la incertidumbre, que las mujeres de la época no velaran por temas económicos hizo que vendiera parte de las propiedades familiares a precio canalla. Alberto Hurtado Cruchaga vivió en casa de familiares alternadamente con su madre y hermano (sin casa y dependiendo de otros) tenía vocación religiosa desde joven, pero su madre no se lo permitió en su momento (1917): si él entraba al sacerdocio ella no tendría como subsistir con tranquilidad. Por ello es que se titula de abogado en 1923, a los 22 años estudiando y trabajando para sostener a su madre y hermano. Demostrando solidaridad incluso funda un consultorio jurídico para obreros.
            El hecho es que Luis Alberto Hurtado Cruchaga vive en 1923 el arreglo de la situación familiar que lo tenía impedido de ingresar a la Compañía de Jesús. Básicamente su tío presionó a la persona que se aprovechó de la situación desventajosa de su madre recién viuda para que rindiera un dinero que restituyese, en parte, la fortuna malhabida por “lesión enorme”.
            El caso es que en el caso de Alberto Hurtado tenemos un ejemplo vivo de que la canalla inventada al pueblo mapuche es impresentable ¿Por qué se puede reparar a Ana Cruchaga y no a las comunidades indígenas a través del Estado, principal perpetrador de su miseria?. Si Luis Alberto hubiese visto sus apellidos siendo Catrilef, Lemún, Llancaleo, Collío o Huenante jamás habría sido ni abogado o sacerdote, porque en la época los mapuches estaban relegados en reducciones y como mucho accedían a trabajos con escasa consideración social (o asesinados por el Estado y hacendados).
            El ejemplo del Padre Hurtado sigue siendo inspirador para quienes nos conmovemos de la urgencia de aquellos que sufren en donde está el verdadero rostro de Cristo.

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