lunes, 1 de julio de 2013

Tanta coincidencia…



Tanta coincidencia…
Francisco Javier Larraín S.
8 de Agosto de 2012

            Durante las movilizaciones del pasado 8 de Agosto se vieron demasiadas coincidencias juntas. Se estaba votando la Ley Hinzpeter, que es bastante impopular y que sólo eventos desacostumbrados muy violentos que encajaran con las argumentaciones cargadas de melosa impostura permitiría su avance legislativo.
            Justo el 8 de Agosto marchaban estudiantes por el centro de Santiago. Pidieron permiso con semanas de anticipación y poco antes se les denegó. La brutalidad sin sentido, pero legal, se hizo presente, en muchos sectores.
            Curiosamente también, muy cerca del sector afectado está una de los locales de la DIPOLCAR, órgano de inteligencia policial que no tiene que dar muchas explicaciones “por seguridad nacional”, y para los que somos mayores, muchas veces reconocemos frases, actos o circunstancias que nos disparan recuerdos de hace no tanto.
            Curiosamente coincidente, una de las estrategias más usuales para generar intranquilidad por control de percepción es quitar certidumbres o la cotidianeidad; quemar microbuses es habitual en países cuyos uniformados reciben entrenamiento americano (En España oí a expolicías decir que ningún microbús ardió fuera de control policial). Chile, en el Fuerte Aguayo forma Carabineros, como relatan medios americanos vinculados a defensa.
La quema de los buses, como otras anteriores, no está ajena a cuestionamiento sobre la explicación que emiten los medios. Cada una de estas quemas está asociadas a más de un hecho que es absurdo si se vive en Santiago y se viaja en micro. Este 8 de Agosto quemaron micros vacías de líneas que no tienen recorrido por ahí (Cuando van fuera de recorrido apagan el panel que indica recorrido, y se dejó un bus por donde transitaban manifestantes, sin chofer, en otro punto cercano a DIPOLCAR). Tanta casualidad se ha vuelto habitual, lo que hace de Santiago un Macondo intenso, pero de mejor ver.
            Hace semanas planteé que tanta injusticia y desigualdad de poder, riqueza y educación (que no nos hace ni una República y menos una democracia, a pesar del simulacro) puede causar mucha rabia y que la Ley Hinzpeter es el sillón de Don Otto, puesto que no resuelve la causa del problema y sólo busca paz de cementerio en las calles para que no se cuestione el orden social contra la mayoría. Por eso es curioso que haya ciertas convenientes expresiones de rabia que pueden ayudar a quien quiere mantener sus privilegios. Mal que mal, llama la atención que TVN mostrase un video del incendio y la acción coordinada de los delincuentes que no se corresponde con la turba si no que a alguien entrenado a actuar en contextos de disturbios con sangre fría.
Viene a mi memoria el incendio del Reichstag que Hitler usó para inculpar a los comunistas a fin de acceder al poder; más inquietante es recordar el 2 de Agosto de 1980 cuando en Italia la policía y otros agentes del Estado pusieron bombas en la Estación de Bolonia para inculpar a grupos de izquierda. Les salía más barato el daño que perder sus privilegios. Un bus con multas, impedido legalmente de transitar, es mucho más barato que los 64 mil millones de pesos para las empresas del Transantiago, entregados en recontratos que estaban prohibidos.
            Pero, por supuesto, mi estructura mental y la de los lectores dirá, finalmente que es todo una coincidencia que se junta con otras varias. Es inimaginable que la clase dirigente de nuestro país fuese capaz de tanto. Pero citando a Paulo Freire: “Sería en verdad una actitud ingenua esperar que las clases dominantes desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir las injusticias sociales en forma crítica”; quizá dejar la ingenuidad de lado no es malo. Mucha de la clase dominante aprende esquemas psicopáticos paranoides para dañar, porque presumen ser dañados si se descuidan; aprenden en escuela de negocios la Teoría de Juegos no-Cooperativos que es buena en matemáticas, pero acientífica en lo real, da resultado porque se toma la iniciativa dañando, dicho de otro modo: arreglan el juego para tramposamente ganar. El sistema educacional en Chile no es casual, si se entiende que debe perpetuar a una élite, desde esa lógica. Por psicopatía no empatizan con los miles de esclavizados anuales, mal que mal, adquieren más poder.
            Vivimos tiempos complejos, donde la autoridad aprovecha comunicacionalmente las ocasiones para no solucionar problemas e imponer más control y represión. Y el problema es que la clase dirigente, tanto política como económica, no lo quiere ver para sostener sus privilegios cimentados en verdadera violencia, tratando de imponer su excusa como la realidad que el resto debe creer.

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