Tanta coincidencia…
Francisco Javier Larraín S.
8 de Agosto de 2012
Durante las movilizaciones del
pasado 8 de Agosto se vieron demasiadas coincidencias juntas. Se estaba votando
la Ley Hinzpeter, que es bastante impopular y que sólo eventos desacostumbrados
muy violentos que encajaran con las argumentaciones cargadas de melosa
impostura permitiría su avance legislativo.
Justo el 8 de Agosto marchaban
estudiantes por el centro de Santiago. Pidieron permiso con semanas de
anticipación y poco antes se les denegó. La brutalidad sin sentido, pero legal,
se hizo presente, en muchos sectores.
Curiosamente también, muy cerca del
sector afectado está una de los locales de la DIPOLCAR, órgano de inteligencia
policial que no tiene que dar muchas explicaciones “por seguridad nacional”, y para
los que somos mayores, muchas veces reconocemos frases, actos o circunstancias
que nos disparan recuerdos de hace no tanto.
Curiosamente coincidente, una de las
estrategias más usuales para generar intranquilidad por control de percepción
es quitar certidumbres o la cotidianeidad; quemar microbuses es habitual en
países cuyos uniformados reciben entrenamiento americano (En España oí a
expolicías decir que ningún microbús ardió fuera de control policial). Chile,
en el Fuerte Aguayo forma Carabineros, como relatan medios americanos
vinculados a defensa.
La quema de los buses, como otras anteriores, no está ajena a
cuestionamiento sobre la explicación que emiten los medios. Cada una de estas
quemas está asociadas a más de un hecho que es absurdo si se vive en Santiago y
se viaja en micro. Este 8 de Agosto quemaron micros vacías de líneas que no tienen
recorrido por ahí (Cuando van fuera de recorrido apagan el panel que indica
recorrido, y se dejó un bus por donde transitaban manifestantes, sin chofer, en
otro punto cercano a DIPOLCAR). Tanta casualidad se ha vuelto habitual, lo que
hace de Santiago un Macondo intenso, pero de mejor ver.
Hace semanas planteé que tanta injusticia
y desigualdad de poder, riqueza y educación (que no nos hace ni una República y
menos una democracia, a pesar del simulacro) puede causar mucha rabia y que la
Ley Hinzpeter es el sillón de Don Otto, puesto que no resuelve la causa del
problema y sólo busca paz de cementerio en las calles para que no se cuestione
el orden social contra la mayoría. Por eso es curioso que haya ciertas
convenientes expresiones de rabia que pueden ayudar a quien quiere mantener sus
privilegios. Mal que mal, llama la atención que TVN
mostrase un video del incendio y la acción coordinada de los delincuentes que
no se corresponde con la turba si no que a alguien entrenado a actuar en
contextos de disturbios con sangre fría.
Viene a mi memoria el incendio del Reichstag que Hitler usó para
inculpar a los comunistas a fin de acceder al poder; más inquietante es recordar
el 2 de Agosto de 1980 cuando en Italia la policía y otros agentes del Estado pusieron
bombas en la Estación de Bolonia para inculpar a grupos de izquierda. Les salía
más barato el daño que perder sus privilegios. Un bus con multas, impedido
legalmente de transitar, es mucho más barato que los 64 mil millones de pesos
para las empresas del Transantiago, entregados en recontratos que estaban prohibidos.
Pero, por supuesto, mi estructura
mental y la de los lectores dirá, finalmente que es todo una coincidencia que
se junta con otras varias. Es inimaginable que la clase dirigente de nuestro
país fuese capaz de tanto. Pero citando a Paulo Freire:
“Sería en verdad una actitud ingenua esperar que las clases dominantes
desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir
las injusticias sociales en forma crítica”; quizá dejar la ingenuidad de lado
no es malo. Mucha de la clase dominante aprende esquemas psicopáticos
paranoides para dañar, porque presumen ser dañados si se descuidan; aprenden en
escuela de negocios la Teoría de Juegos no-Cooperativos que es buena en
matemáticas, pero acientífica en lo real, da resultado porque se toma la
iniciativa dañando, dicho de otro modo: arreglan el juego para tramposamente
ganar. El sistema educacional en Chile no es casual, si se entiende que debe
perpetuar a una élite, desde esa lógica. Por psicopatía no empatizan con los
miles de esclavizados anuales, mal que mal, adquieren más poder.
Vivimos
tiempos complejos, donde la autoridad aprovecha comunicacionalmente las
ocasiones para no solucionar problemas e imponer más control y represión. Y el
problema es que la clase dirigente, tanto política como económica, no lo quiere
ver para sostener sus privilegios cimentados en verdadera violencia, tratando
de imponer su excusa como la realidad que el resto debe creer.
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