Ley Hinzpeter,
sillón de Don Otto
Francisco Javier Larraín S.
5 de Julio de 2012
Comienzo
diciendo que condeno los saqueos, vandalismo y daños a la propiedad pública y
de emprendedores en los altercados durante y después de actos de manifestaciones.
Es necesario porque existe la creación de un clima de “si no estás de acuerdo
estás con el caos”, propio de momentos en los que se intenta imponer agendas.
Actualmente se discute la así
denominada Ley Hinzpeter, aunque fue la Cámara Nacional de Comercio la que
impuso dicha ley. Básicamente, es el endurecimiento de penas para delitos
archiconocidos, pero como suele ocurrir cuando se anda escaso de escrúpulos, se
criminalizan las manifestaciones y expresiones populares. El encargado de la Seguridad
Pública ha vertido opiniones en los medios que con la realidad en la que
pretende fundar su “razonamiento”.
La idea es básicamente la que sigue:
“dado que las manifestaciones acaban mal, nos reservamos el derecho a
prohibirlas, y si alguien se expresa en contra o las convoca lo metemos preso y
así se acaba el problema”. Como nos demuestra la historia, la represión bruta
no acaba con las manifestaciones ni desmanes asociados (en los ’80, con
militares en la calle, continuaba el pillaje, a pesar del discurso oficial).
El error del razonamiento de los
actores que buscan imponer dicha ley es que creen que la violencia se extirpa en
algo distinto a sus causas. La costumbre del abuso tiende a hacerlo invisible
al abusador, me explico:
Hoy en Chile más de ¾ de los
trabajadores asalariados (con un jefe) ganan menos de 300 mil pesos, siendo el
74% de ellos subcontratados. Y eso por hablar de la media, porque en los
sectores populares se maneja de otro modo. El sueldo mínimo propuesto es
inferior en términos del PIB al de 1989, tal es el grado de precarización
planificado por quienes imponen leyes a quienes se suponen nos representan.
Entre 1990 y 2009 la productividad aumentó un 90%, pero los salarios crecieron
en un 20%. Es decir, le estamos diciendo a los secundarios y estudiantes de
educación superior: “estudie, pórtese bien, para que se pueda matar trabajando
(el 30% trabaja más de 45 horas semanales) por un sueldo miserable, pero crea
que sin reconocerlo, es digno”. Eso es lo que dispara la rabia, más que la
desigualdad, es la marginación la que ofende. Es el cierre de puertas a la
sociedad donde a la gente le va bien para la mayoría de los chilenos.
Es esperanzador ver a la gente que
cree que por su esfuerzo va a surgir, pero la realidad muestra que la
participación del PIB no presenta precisamente esa tendencia (lo que desmiente
a los economistas “serios” o “cautos”. La Ley Hinzpeter, por mucho que quiera
aparecer protegiendo el orden público, lo que hace es buscar barrer bajo la
alfombra lo que genera y potencia la violencia que se busca combatir.
Si periodistas tienen identificados
a los delincuentes, y Carabineros y la Policía de Investigaciones graban en
todas las manifestaciones con la posición ventajosa de estar en el terreno y
desde edificios de altura ¿Para qué violar garantías fundamentales si se puede
hacer el trabajo de todos modos? Mejor hacerse asesorar, antes que imponer una
legalidad propia de tiranías, es el mejor ejemplo que dejar de escuchar las
demandas de la población es lo que hace perder legitimidad a los gobiernos. A
pesar de las encuestas y las manifestaciones, la clase política, y sus amos, no
parecen entender el mensaje.
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