lunes, 1 de julio de 2013

Ley Hinzpeter, sillón de Don Otto



Ley Hinzpeter, sillón de Don Otto
Francisco Javier Larraín S.
5 de Julio de 2012

Comienzo diciendo que condeno los saqueos, vandalismo y daños a la propiedad pública y de emprendedores en los altercados durante y después de actos de manifestaciones. Es necesario porque existe la creación de un clima de “si no estás de acuerdo estás con el caos”, propio de momentos en los que se intenta imponer agendas.
            Actualmente se discute la así denominada Ley Hinzpeter, aunque fue la Cámara Nacional de Comercio la que impuso dicha ley. Básicamente, es el endurecimiento de penas para delitos archiconocidos, pero como suele ocurrir cuando se anda escaso de escrúpulos, se criminalizan las manifestaciones y expresiones populares. El encargado de la Seguridad Pública ha vertido opiniones en los medios que con la realidad en la que pretende fundar su “razonamiento”.
            La idea es básicamente la que sigue: “dado que las manifestaciones acaban mal, nos reservamos el derecho a prohibirlas, y si alguien se expresa en contra o las convoca lo metemos preso y así se acaba el problema”. Como nos demuestra la historia, la represión bruta no acaba con las manifestaciones ni desmanes asociados (en los ’80, con militares en la calle, continuaba el pillaje, a pesar del discurso oficial).
            El error del razonamiento de los actores que buscan imponer dicha ley es que creen que la violencia se extirpa en algo distinto a sus causas. La costumbre del abuso tiende a hacerlo invisible al abusador, me explico:
            Hoy en Chile más de ¾ de los trabajadores asalariados (con un jefe) ganan menos de 300 mil pesos, siendo el 74% de ellos subcontratados. Y eso por hablar de la media, porque en los sectores populares se maneja de otro modo. El sueldo mínimo propuesto es inferior en términos del PIB al de 1989, tal es el grado de precarización planificado por quienes imponen leyes a quienes se suponen nos representan. Entre 1990 y 2009 la productividad aumentó un 90%, pero los salarios crecieron en un 20%. Es decir, le estamos diciendo a los secundarios y estudiantes de educación superior: “estudie, pórtese bien, para que se pueda matar trabajando (el 30% trabaja más de 45 horas semanales) por un sueldo miserable, pero crea que sin reconocerlo, es digno”. Eso es lo que dispara la rabia, más que la desigualdad, es la marginación la que ofende. Es el cierre de puertas a la sociedad donde a la gente le va bien para la mayoría de los chilenos.
            Es esperanzador ver a la gente que cree que por su esfuerzo va a surgir, pero la realidad muestra que la participación del PIB no presenta precisamente esa tendencia (lo que desmiente a los economistas “serios” o “cautos”. La Ley Hinzpeter, por mucho que quiera aparecer protegiendo el orden público, lo que hace es buscar barrer bajo la alfombra lo que genera y potencia la violencia que se busca combatir.
            Si periodistas tienen identificados a los delincuentes, y Carabineros y la Policía de Investigaciones graban en todas las manifestaciones con la posición ventajosa de estar en el terreno y desde edificios de altura ¿Para qué violar garantías fundamentales si se puede hacer el trabajo de todos modos? Mejor hacerse asesorar, antes que imponer una legalidad propia de tiranías, es el mejor ejemplo que dejar de escuchar las demandas de la población es lo que hace perder legitimidad a los gobiernos. A pesar de las encuestas y las manifestaciones, la clase política, y sus amos, no parecen entender el mensaje.

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