lunes, 1 de julio de 2013

Autoengaño en disonancia



Autoengaño en disonancia
Francisco Javier Larraín S.
16 de Abril de 2011

            Usualmente en pasillos y sala toco temas asociados al comportamiento humano, es mi especialidad; las preguntas suelen ser siempre directas para resolver conceptualizaciones. Alumnos de distintas carreras y especialidades de repente, casi por automatismo me preguntan más o menos siempre lo mismo: ¿por qué la gente no quiere ver las cosas incluso cuando en los hechos prácticos son muy evidentes?    Sobre esa pregunta voy a realizar el desarrollo a continuación:
En los ’50, en Estados Unidos, una dueña de casa de Chicago comienza a recibir mensajes bajo el sistema de “escritura automática” (un tipo de mediumnidad) donde le informan que extraterrestres el día 21 de diciembre (fecha recurrente en profecías) de 1954 vendrán a rescatar en una nave nodriza a un grupo de elegidos antes de una catástrofe. Por si no lo saben, no hubo catástrofe ni nave nodriza alguna; lo que hubo fue un “mensaje” que decía que el grupo “iluminó tanto la Tierra que Dios salvó al mundo de la destrucción”. El 22 de Diciembre del próximo año veremos qué dicen algunos.
            Los gurúes, en estos casos, tratan que sus adeptos mantengan la creencia, en base a cualquier explicación (por torpe que sea), negándose a ver los hechos. La Disonancia Cognitiva, es la distancia (o ruido) que se produce entre dos cogniciones (información, opinión o conocimientos): si ustedes saben que no necesitan comprar algo y terminan comprándolo, además de su falta de voluntad es porque existen expertos en reducir esa disonancia. Las sectas operan igual, y con niños enseñados cotidianamente a que pensar es “fome” se corre un gran riesgo.
            El autoengaño surge de la tendencia que tiene la gente de anular el juicio sobre hechos manifiestos con la intención de mantener la creencia, puesto que le da un sentido. Muchas veces oí en investigaciones de mi carrera “mi marido no es un mal tipo, lo que ocurre es que yo lo hago enojar por tonteras mías, por eso me pega todos los días… pero él me quiere”. Los seres humanos, para tener una vida con algún grado de sentido, que nos ayude a no sentirnos raros vamos a aceptar que la vida se trata de no pensar mucho, porque en realidad lo que buscamos es mantener aquellas cosas en las que creemos. Pero eso debiese ser reducido según se madura hacia la adultez.
            Buena parte del potencial de liberación humana, y de la labor del periodismo serio, que da espacio a la reflexión, se juega en que las personas desarrollen capacidad analítica y crítica, o tiendan a ello. Acercarse a la adultez mental exige que muchas veces aceptemos que las cosas en las que creemos en realidad no tienen relación con los hechos. Es por eso que en centros de estudios la reflexión de los temas potencia la capacidad de tener adultos realizados, y es por eso que en tantos centros donde se exige obediencia y humildad (por no decir silencio complaciente) encontramos tanta neurosis y frustración.
            Hay que liberarse de los gurúes que esconden sus fracasos, con sus propios adeptos justificándolos peregrinamente. Comenzar a ver es el primer paso para salir del autoengaño. Nadie necesita gurúes, en realidad, nos necesitamos libres, sin ataduras que sólo nosotros mantenemos. Libres como cada vez que podemos tener una idea, imaginamos algo o deseamos un sueño. Libres.

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