Autoengaño en disonancia
Francisco
Javier Larraín S.
16 de Abril de 2011
Usualmente en pasillos y sala toco
temas asociados al comportamiento humano, es mi especialidad; las preguntas
suelen ser siempre directas para resolver conceptualizaciones. Alumnos de
distintas carreras y especialidades de repente, casi por automatismo me
preguntan más o menos siempre lo mismo: ¿por qué la gente no quiere ver las
cosas incluso cuando en los hechos prácticos son muy evidentes? Sobre esa pregunta voy a realizar el
desarrollo a continuación:
En los
’50, en Estados Unidos, una dueña de casa de Chicago comienza a recibir
mensajes bajo el sistema de “escritura automática” (un tipo de mediumnidad)
donde le informan que extraterrestres el día 21 de diciembre (fecha recurrente
en profecías) de 1954 vendrán a rescatar en una nave nodriza a un grupo de
elegidos antes de una catástrofe. Por si no lo saben, no hubo catástrofe ni
nave nodriza alguna; lo que hubo fue un “mensaje” que decía que el grupo “iluminó
tanto la Tierra que Dios salvó al mundo de la destrucción”. El 22 de Diciembre
del próximo año veremos qué dicen algunos.
Los gurúes, en estos casos, tratan
que sus adeptos mantengan la creencia, en base a cualquier explicación (por
torpe que sea), negándose a ver los hechos. La Disonancia Cognitiva, es la
distancia (o ruido) que se produce entre dos cogniciones (información, opinión
o conocimientos): si ustedes saben que no necesitan comprar algo y terminan
comprándolo, además de su falta de voluntad es porque existen expertos en
reducir esa disonancia. Las sectas operan igual, y con niños enseñados
cotidianamente a que pensar es “fome” se corre un gran riesgo.
El autoengaño surge de la tendencia
que tiene la gente de anular el juicio sobre hechos manifiestos con la
intención de mantener la creencia, puesto que le da un sentido. Muchas veces oí
en investigaciones de mi carrera “mi marido no es un mal tipo, lo que ocurre es
que yo lo hago enojar por tonteras mías, por eso me pega todos los días… pero él
me quiere”. Los seres humanos, para tener una vida con algún grado de sentido,
que nos ayude a no sentirnos raros vamos a aceptar que la vida se trata de no
pensar mucho, porque en realidad lo que buscamos es mantener aquellas cosas en
las que creemos. Pero eso debiese ser reducido según se madura hacia la
adultez.
Buena parte del potencial de
liberación humana, y de la labor del periodismo serio, que da espacio a la
reflexión, se juega en que las personas desarrollen capacidad analítica y
crítica, o tiendan a ello. Acercarse a la adultez mental exige que muchas veces
aceptemos que las cosas en las que creemos en realidad no tienen relación con
los hechos. Es por eso que en centros de estudios la reflexión de los temas
potencia la capacidad de tener adultos realizados, y es por eso que en tantos
centros donde se exige obediencia y humildad (por no decir silencio
complaciente) encontramos tanta neurosis y frustración.
Hay que liberarse de los gurúes que
esconden sus fracasos, con sus propios adeptos justificándolos peregrinamente.
Comenzar a ver es el primer paso para salir del autoengaño. Nadie necesita
gurúes, en realidad, nos necesitamos libres, sin ataduras que sólo nosotros
mantenemos. Libres como cada vez que podemos tener una idea, imaginamos algo o
deseamos un sueño. Libres.
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