Crisis
de Estilo ¿Cambio de Época?
Francisco
Javier Larraín S.
4 de Abril de 2013
Ha sido
aprobada en la Cámara de Diputados la acusación contra el ministro suspendido
Harald Beyer. Mucho polvo se levanta de ese que, independiente de cómo se
resuelva en el Senado, terminará por asentarse ofreciendo la perspectiva de los
resultados.
Mucho de
efecto, mucho de mentira en la acusación; pero también verdades como puños.
Pero el problema es que la histórica manera de enfrentarlo (“Ellos no
fiscalizaron, nada que quejarse ahora”) no da resultados, la gente percibe que
en realidad ha existido siempre un mecanismo perverso de empatarse para que
nunca se enfrente un problema. La cosa presentada no es lo que pasó en otros
ministerios: el problema se presenta y se debe enfrentar ahora, pretender otra
cosa es actuar con dolo. Cuidar el cargo profundizando y legitimando un daño a
sabiendas es dolo. Mismo dolo que cometieron, cierto es, ministros anteriores
que también recibieron antecedentes y callaron o protegieron a los
perpetradores.
Es cierto que
Harald Beyer es una de las personas expertas más potentes en la historia de
Chile, que a pesar de ser un devoto friedmaniano trataba de ser más científico
y honesto que sus correligionarios. Pero cierto fue que de ministro hubo de
manejarse con un grado de consciente impostura, desdiciendo muchas de sus
entrevistas y publicaciones anteriores por participar solidariamente de un
gobierno que no lo tendría fácil, lo que por supuesto lo engrandece en el
gesto, pero no en el área chica. Nuevamente queda afirmado el paradigma que las
personas brillantes en la academia o la investigación en escasas ocasiones son
hábiles políticos.
El problema de
Beyer en realidad no es su gestión ministerial, en muchos aspectos mejor que
las previas, me consta. Sea lo que resuelva el Senado, lo que será evidente es que
la manera de enfrentar el tema educación ya no va a ser la misma. Antes de la
Universidad del Mar estuvo la República, previo a ellos ITESA (quienes por
meses todos los días rogaban solución en el bandejón frente al MinEduc); ningún
ministro fue recusado, acusado o interpelado por esos y otros casos (Yasna
Provoste ha sido el más extraño pato de la boda). Ya no se puede,
figurativamente, guardar cadáveres en el clóset como antes. Deben abrirse y
mostrar intachabilidad.
En esta
acusación la medalla no es de la Concertación, pertenece a quienes fueron
secuestrados, torturados, abusados, reprimidos, estafados, engañados (y más)
con la anuencia de otros que no hicieron cumplir los acuerdos ratificados por
Chile en el sentido de garantizar gratuidad y calidad de la educación pública. No
es una cuestión de izquierdas o derechas, es una cuestión de la dirigencia que
administra el Estado la que ha garantizado que las cosas sigan igual, en contra
de la población. Por convicción y/o por conveniencia miles de perjudicados es
lo que tenemos.
La
Concertación sólo hizo un cálculo para no desaparecer de quienes entiende como
representados, pero el triunfo de usar a una coalición que perdió la mística y
buena parte de su ética pertenece a los movimientos sociales.
El estilo de
perjudicar dolosamente a la población, aun cuando sea guardando silencio, debe
terminar. Un diputado habló de guerra política, tiene la razón, pero no es de
una coalición de gobierno con otra: es de una población que ha ido aprendiendo
a perder el miedo y mirar con pantalones largos su futuro. En buena hora.
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