La
Prensa y La República
Francisco Javier
Larraín S.
19 de Junio de 2013
Thomas Paine, formado en
estrecheces, que sabía leer y escribir, junto con manejar muy básicamente la
aritmética es para muchos otro de los “padres fundadores” de los Estados
Unidos.
Vivió prácticamente en un momento de
giros trascendentales en la definición de lo que sería considerado como un
estado moderno real. Panfletero clandestino contra el Imperio Británico, más
tarde fue quien escribió la Declaración de los Derechos del Hombre en 1791. Gustaba
de los gobiernos no intrusivos en las libertades personales y en la no
injerencia de la religión para cuestiones ciudadanas.
Lo importante en Paine fue definir el
rol de la Prensa: libre de toda lealtad al gobierno, y también a toda
injerencia privada que concentrara capitales. La prensa era para informar y dar
voz. Para educar, potenciando a las masas en sus cualidades cívicas y para
controlar a quienes gobernaran desde el Congreso, la Casa Blanca y las
corporaciones para que no ejecutaran su poder en contra del pueblo. Por ello se
financiaba desde el Estado a la prensa y protegerla así de dirección Política o
Económica, por ser un contrapeso que otorgaba más fortaleza a la República al
equilibrar los mecanismos de propaganda y de la censura: puesto que el derecho
a prensa es individual que deriva en lo colectivo.
En Chile, en la conformación de la
República, se entrega a otro panfletero anónimo de los pueblos oprimidos
similar tarea: el Sacerdote José Camilo Henríquez. Padre Fundador de la
República, perteneciente a un grupo religioso ferviente partidario de las ideas
de la ilustración, no dudó en emplear su formación católica como una herramienta
más de libertad antes que moralina continuadora de la opresión del Imperio
Español.
Su proclama pseudónima tras integrar la
Primera Junta Nacional de Gobierno dice: “La naturaleza nos hizo iguales, y solamente
en fuerza de un pacto libre, espontánea y voluntariamente celebrado, puede
otro hombre ejercer sobre nosotros una autoridad justa, legítima y razonable.”
Con este texto (aún vigente), se comprende la urgencia de una nueva
Constitución para la grandeza y cautela de la República, el orden institucional
con asiento en Rousseau donde el poder político emana del pueblo, y sólo el
pueblo es el que debe darse el orden constituyente y político que desee, por
mucho que algunos afortunados desde el poder, o mercenarios intelectuales digan
que es riesgoso. Construir Chile para Chile pasa por la Constitución, que no
debe ser impuesta por fraude y opresión (1980) o pacto entre beneficiados
(2005). Tenemos décadas de retraso.
Para cautelar esa Constitución desde su concepción
se debe contar con prensa. La prensa sólo es tal en la difusión de mil miradas
de la realidad, que escape del discurso habitual que desde los aparatos de
difusión del poder establecido buscan mantener un orden de cosas en contra de
la población. No hay libertad de opinión o expresión sin prensa libre. Bien lo
sabían Paine y Camilo Henríquez.
Por esta razón, escribo en este medio
que da cabida a un amplio espectro de ideas, noticias, opiniones y avisaje. Demuestra
un trabajo donde no buscan el acomodo fácil presupuestario o facilismo de las
editoriales y opiniones. Un medio que libera es el que informa, no el que
adormece; es el que presenta sincera discordia, no el que engaña con opiniones
únicas. Aún hay patria, y prensa, ciudadanos.
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