Educación en la sociedad francesa, grito a la Humanidad
Francisco Javier Larraín S.
31 de Mayo de 2011
Estando en Francia he realizado una
aproximación al sistema educativo francés, asistiendo a centros educativos
técnico-profesionales y universitarios, de ello he ido entendiendo cómo hoy son
la quinta economía del mundo. Se mantiene la asociación (y no imposición) de
los intereses de la clase trabajadora y los grupos dirigentes de este país. Hay
tensiones entre ambos actores, pero se entiende que el desarrollo depende del
mejor resguardo de los intereses de ambos, no se disfraza el lucro y el
beneficio económico de responsabilidad social. Precarizar del empleo en Francia
no es un bien para el trabajador, su familia y la comunidad, como en otros
lugares se escucha. Se funda en un Estado que asume sus responsabilidades en la
gestión de un proyecto sustentable de desarrollo, que sabe la productividad con
un componente dependiente de la humanidad: su jornada laboral completa de 35
horas semanales implica trabajadores que producen más porque no están
preocupados de “no gastarse”.
Esta realidad laboral tiene su
bastión en un sistema de enseñanza gratuita, laica, obligatoria y de carácter
nacional. Es la mayor fortaleza del Estado, y de su ciudadanía. He estado en lugares
de París acomodados, y en sectores obreros e industriales, y no hay mayores
diferencias a simple vista. Tienen tiendas y casas parecidas, en sus calles transitan
caucásicos, latinos, asiáticos y africanos (quizá en cantidad de árboles haya
diferencias). La igualdad, que se vive en lo cotidiano se refuerza en el
colegio porque la segregación entre ricos y pobres, africanos y caucásicos,
cristianos y musulmanes no se logra haciendo acento en la diferencia, se
requiere antes de todo ser francés y en esa búsqueda de construcción del
sentido es que entra el Estado a través de su herramienta, la educación, que no
profundiza las diferencias, busca desarrollar los talentos, independiente de
dónde se nace, los beneficiarios serán el individuo y su comunidad.
Se entiende que el desarrollo
depende de la formación permanente del capital humano, y que un área
estratégica como esta no se puede entregar al mercado. Los privados en Francia participan
para apoyar en la función de formación de lo que las empresas requieren, y por
supuesto deben tener estudiantes que se quieran realizar en ello. La oferta de
carreras universitarias y técnico profesionales en Francia es de mucho más que
una centena. La educación superior privada, declarada sin fines de lucro, como
en Chile. En Francia no hay salidas de capital inmobiliarias y otros
chanchullos. Al manejar fondos públicos y, muchas veces, privados son
fiscalizados por ambos sectores.
Comprenden que generar éxito a la
comunidad asegura también el bienestar individual; la idea de privatizar la
ganancia y socializar la pérdida se desnuda psicopática. Es evidentemente un
atentado al desarrollo sostenible perder los talentos de los que se puede
nutrir un país poniendo barreras en la formación en cualquiera de sus etapas
por limitaciones de cualquier tipo. Es más, por mantener la mirada de la
educación como bien de consumo, Chile no ha hecho otra cosa que perder crecimiento.
No es sólo un tema económico- político o filosófico: la supervivencia de
la especie humana, el vencer los obstáculos que le plantea el medio ambiente
(energía, clima, alimentación, entre otros) depende de aprovechar la infinita
capacidad de creación humana, que se potencia en un ambiente donde muchos la
viven.
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