lunes, 1 de julio de 2013

Del voto, última frontera de la idiotez



Del voto, última frontera de la idiotez
Francisco Javier Larraín S.
23 de Octubre de 2012

Yo era pequeño y se asesinaba gente por poder volver votar, y más que eso vivir una democracia de pleno (En los ’80 quienes estaban cómodos con un régimen que oprimía gente nos decían que vivíamos en la “verdadera democracia”, incluido el actual vocero de gobierno).
Vi como el ’88 masas desesperadas de gente votaban por la opción NO. Funcionarios de la dictadura años antes pusieron multitud de trabas para ir a votar, entonces  me parecía bastante obvio que quizás el voto de la población de la mayoría significaba peligro para los opresores de la población. Tanto que, al perder, el ’89 la dictadura con su brazo civil presentaron su candidato. Les importaba ¿Por qué utilizaron el miedo contra las “consecuencias de las elecciones”?
El caso es que desde entonces, y por diseño también desde los poderes fácticos, la gente se volvió cómoda. Tanto que se limitó a votar por los candidatos que le ponían partidos que representaban demasiados intereses usualmente alejados de quienes con molicie se remitían a votar. Sin embargo, además, crecía en número quienes optaban por no inscribirse y no votar. Tan distante estaba el cuerpo político de la población que un tercio del Senado casi era designado a dedo, por los poderes fácticos y sus esbirros.
Fueron pasando los años, y votar por un conglomerado u otro era, en líneas generales, una cuestión de matices. Uno elegía por principios en oposición al contrario. Pero tampoco pretendía que Lagos o Bachelet tuvieran la entereza de Allende o que Frei fuese la sombra de su padre. Les sentaba tan bien el sistema organizado desde la Constitución para oprimir a las mayorías que en realidad sacar los Senadores designados fue un paso natural, el sistema político estaba lo suficientemente apoltronado como para contagiarse del germen del cambio, y fueron derivando con alegría lejos de sus electores a su propio interés, ni la decencia de inhabilitarse por manifiesto conflicto de interés se echa de menos.
Pero esa situación se fue dando porque la gente ya ni se organizaba, no muchos chilenos tienen activa su Junta de Vecinos. Muchos chilenos fueron entregando no sólo el voto, si no que fueron dirigiéndose a lo que los griegos llamaban “idiotez”, que es priorizar las cosas personales antes que la comunidad. Nos volvimos un país de creciente población idiota, sin opinión, sin principios y donde la reserva de decencia está en unos muchachos que no saben muy bien como dirigir las acciones.
Esos muchachos quieren cambiar las cosas, restándose de votar. Es un error, porque la gente descontenta quiere algún cambio, y son cada vez más. La democracia es más que las calles, más que marchar. El voto costó sangre de muchos chilenos conseguirlo, no es baladí.
La democracia es también organizarse, estrilar porque los partidos presentan candidatos que no son de pleno lo esperado es dejarle el poder a quienes no tienen interés en tomar en cuenta siquiera tamaño descontento. Se les aumenta el margen con el que construyen su poder.
Hoy, elegir no votar, es acercarse más a la idiotez que a la construcción de una comunidad social más justa, como para poder denominarnos República. La democracia plena, basado en el voto, la manifestación, pero más que nada en organizarse desde quienes quieren ser representados, es lo que se juega. Caso contrario, toda la movilización estudiantil no pasa de ser una pataleta que nunca quiso, en verdad, participar de construir una mejor sociedad.

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