Monitoreo de las Redes Sociales, una nimiedad
Francisco Javier Larraín S.
23 de Junio de 2011
En este medio hace unos días atrás
se tocaba el tema del monitoreo de las redes sociales (Facebook, Twitter y blogs)
que realiza el gobierno de Chile. Mucho se ha discutido si es legal o ilegal
que se destinen millones de pesos al fisgoneo de la población que tiene acceso
a estos medios digitales. En realidad la legalidad no es la más importante de
las discusiones; hoy por hoy no existe el principio de respeto de la
privacidad, con la excusa de la guerra contra la delincuencia o el terrorismo,
la reformulación del Ministerio del Interior hace algunos meses deja a su
titular con la potestad de espiar “sospechosos” sin orden judicial (cuesta
saber cómo se establecen sospechosos de ningún asunto sin proceso judicial y peor
aún, determinado por el poder ejecutivo, dudo de lo constitucional de aquello).
Hace tiempo que las conversaciones
telefónicas no son necesariamente secretas, aunque no se haya cometido delito
alguno, el principio de presunción de inocencia hace meses murió en quienes no
tienen el poder judicial, pero condenan públicamente de todos modos. Aún se
esperan, al menos por decencia, las disculpas públicas que el Ministro del
Interior le debe a Saif Khan, a quien le levantó injurias y calumnias por
medios de comunicación y perjudicó enormemente. En manos de ese mismo ministro
está nuestra privacidad, y no ha demostrado mucha prudencia a efectos de
hacerle honor a la responsabilidad de acceder a la vida privada de los chilenos
y extranjeros:, ser y parecer es su obligación. Que vean lo que podamos decir
en red es una nimiedad frente a lo anterior.
Obviamente quienes aspiran a volver al poder han guardado conveniente
silencio al respecto. El temor a la ciudadanía informada y la democracia no es
exclusivo de un sector político, hace poco Wikileaks nos contó cómo se pedía
ayuda para que le inventaran el peligro del “terrorismo mapuche” a una agencia de
inteligencia americana personeros del gobierno anterior. Tengo amigos de otros
partidos que en público piden más democracia, callando sobre el matonaje
interno contra la disidencia. Es decir, reclamo contra algo persistente y
creciente de nuestra clase dirigente: la distancia progresiva con sus electores
terminan haciéndole desconfiar de ellos. Da lo mismo el sector político, critican
lo accesorio, pero lo importante se silencia, no vaya a ser cosa que la gente
vea desnuda la impostura de su rey.
Lo del monitoreo no pasa de ser una penosa intromisión entre
conversaciones de gente a la que no se ha invitado al intruso, por mucho que
ocurra en una cuenta pública. Imaginemos la figura de un tipo grabando las
conversaciones entre privados en el espacio de Plaza los Héroes y el Paseo
Independencia, simplemente poco elegante.
En una sociedad enferma se prioriza
el fisgoneo a la consulta honesta, nuestras autoridades han perdido la decencia
del respeto a la vida privada; es labor de la ciudadanía hacerse escuchar,
nadie vendrá a salvarles de aquello que una vez arrebatado no se devolverá
jamás. A pesar de las encuestas, movilizaciones, pérdida de apoyo como ambiente
social aún no terminan de entender la opinión, y no se les ocurre establecer
mecanismos democráticos, prefieren lo impresentable: fisgonear. Una pena que
eso sea el menor de nuestros problemas como ciudadanos.
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