Del
odio antijudío y el sionismo racista: entre Murdock y Saif
Francisco
Javier Larraín S.
25 de Mayo de 2013
Por mis venas,
además de la sangre vasca y española, corre sangre judía sefardita. Me repugnan
los chistes de judíos, me violentan las teorías de conspiración con “malvados”
judíos. El polémico chiste del muñeco Murdock es resulta viejo y malo. Pero
en muchos “bienpensantes” hay impostura.
La historia de
las grandes tiranías se construye sobre la base del odio a una minoría o a un
grupo al que se debe odiar mientras se generan instituciones que desarrollan un
control social cada vez más opresivo que alimenta del miedo. En Chile no es con
los judíos.
El pueblo
judío obtenía identidad a partir de su religión, sus tradiciones y el acomodo al
lugar en el que se residía. Se consideraba aberrante volver a Israel tras la
diáspora para la mayoría de la población judía. El movimiento político y laico
que exige un territorio para los judíos surge con Theodor Herzl en 1896, el
lugar se decidía entre la Patagonia (Herzl la prefería) y Palestina. Dicen que
el antisemitismo concluiría cuando los judíos llegaran a tener su estado
nacional, se rechaza la idea de judaísmo en la diáspora. La idea de un estado
moderno judío es muy reciente y no tiene nada de bíblico, aunque se aluda a
ello con fines de propaganda.
Los líderes
nazis pactaron con el sionismo: ambos postulaban la supremacía racial de sus
pueblos en un “espacio vital”. Para los
nazis el corazón de Europa (con “invasiones preventivas”), para el sionismo en
Palestina, llegaron a acuerdos importantes por la “pureza” de sus razas, como
el Haavara de 1933 entre la Juventud Sionista Alemana, la Agencia Judía para
Israel, y las autoridades económicas nazis.
Tras la
creación del Estado de Israel quedó claro que la crueldad y salvajismo contra
la población local se explican en la noción de supremacía racial. La reacción
árabe fue lo que se necesitaba para justificar.
Se tildan los cuestionamientos
como antisemitismo. Curiosamente, un investigador genetista judío en la
Universidad de Oxford establece este año que palestinos y judíos europeos son
más semitas que los israelíes. Además culpa a sus colegas sionistas de mentir y
arreglar las investigaciones.
En 1975 el
sionismo es declarado un tipo de racismo por la ONU, Israel exige derogar esta
declaración para participar de la Conferencia de Madrid de 1991, su chantaje
surtió efecto. La paz no llegó; USA era el “árbitro” y entre los “malvados”
árabes y los israelíes obligados a defenderse no habría acuerdo. A las
dirigencias palestina e israelí les convenía la situación (conservaban poder y
mantenían apoyos): ambas elites ganaban con el mantenimiento de los miedos en
contra de sus pueblos. Así hasta hoy.
En Chile nos
escandalizamos de los horrendos chistes antijudíos pero olvidamos que un
miembro de lobbies pro-sionistas desde el Estado y los medios de comunicación
injuriaron y calumniaron a una persona morena y pakistaní por todo delito
(hasta del caso bombas se le inculpó falsamente) promoviendo el odio racial. La
Embajada se retractó del montaje al día siguiente, acá se siguió. Ahí el CNTV
enmudeció, con el sionismo racista.
Somos un país
que también ocupa el racismo contra los mapuches, “los huasos”, los negros y
creamos “otros chilenos” con las minorías o desfavorecidos. Así se mantiene el
orden que sufre la mayoría basado en el temor del “desorden” de tener a “esos
otros”. Los grupos dirigentes, felices. Allá y acá.
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