Obvio que no
es obvio
Francisco Javier Larraín
28 de Enero de 2011
Cuando en las clases de Orientación Familiar me preguntan
por qué hay conflictos, en términos prácticos, más allá de lo que se pueda
camuflar en conceptos menos abiertos al público yo les comento que se debe a
que la gente espera cosas en las que no hay acuerdos tácitos o explícitos, como
si una fuerza mágica hiciera que la gente comprendiera bien lo que debe hacer,
pensar o sentir. Cuando alguien dice “Obvio que deberías hacer esto” ya sabemos
que en realidad no es obvio, toda vez que hubo la necesidad de explicar el
camino que se esperaba como correcto.
A esta manera de esperar que otra persona entienda lo que
sólo habita en la mente de quien espera le llamo “pretensión telepática”. Es
decir, se pretende que sin hablar otra persona entienda qué ocurre en la mente
de quien cree debe ser entendido, por obviedad. Iré a un ejemplo para
explicarme, supongamos que una chiquilla le dice a su pololo en un momento
“Ándate”, y éste se va. Es lo normal, si
hablamos de personas sanas, pero si él se va, es probable que ella se lo eche
en cara. Él dirá “pero si me dijiste que me fuera”, y ella a su vez coronará
con total desparpajo “pero si era obvio que no quería que te fueras”. En
realidad era obvio sólo para ella.
Desgraciadamente, y en esto hay muchas autoras que lo
dicen, es bastante más presente en las mujeres esto de la pretensión
telepática. Pilar Sordo, tan de moda, lo incluye en sus rutinas como componente
del pensamiento mágico femenino. Yo hace años creo que en verdad es una veta
completa de análisis. Lo peor es que no resulta precisamente liberador: cuando
las personas son poco capaces de verbalizar lo que les ocurre a nivel emocional
y mental el camino para reducir el conflicto es bastante tortuoso, además de
saberse que los niños expuestos a este tipo de elementos a nivel doméstico
tienen menores resultados académicos y son también repetidores de este camino,
puesto que no se desarrolla una apropiación del lenguaje y la capacidad de
explicarse el sentido complejo de un mundo más complejo aún.
Es decir, quizá una buena manera de reducir el conflicto,
y no sufrir innecesariamente sea tener mediana claridad de lo que se siente y
espera, así como también la capacidad de verbalizarlo, sin esperar que alguien
tenga la capacidad de recepción telepática. La verdad ha sido un alivio en la
vida de muchas personas, parejas que conocí con la presunción de que el otro
quería perjudicarles, con la sola declaración de que en realidad se quieren y
que quieren entenderse lograron una vida decente. Creer que el otro puede
entender, y no pronosticar desentendimiento (eso de “no me vas a entender” no
sirve), hizo más por la estabilidad doméstica sincera que el silencio y
aguantarse.
Invito entonces a darnos la oportunidad para mejorar el
trato que como personas nos damos. No sólo los otros la van a pasar mejor,
nosotros mismos podemos resultar muy, muy beneficiados de poder clarificar lo
que nos pasa y además, potenciar nuestra experiencia al ampliar y fortalecer el
lenguaje, que para nuestros niños será una oportunidad de regalarles un destino
más generoso en sus opciones.
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