lunes, 1 de julio de 2013

Obvio que no es obvio



Obvio que no es obvio
Francisco Javier Larraín
28 de Enero de 2011

            Cuando en las clases de Orientación Familiar me preguntan por qué hay conflictos, en términos prácticos, más allá de lo que se pueda camuflar en conceptos menos abiertos al público yo les comento que se debe a que la gente espera cosas en las que no hay acuerdos tácitos o explícitos, como si una fuerza mágica hiciera que la gente comprendiera bien lo que debe hacer, pensar o sentir. Cuando alguien dice “Obvio que deberías hacer esto” ya sabemos que en realidad no es obvio, toda vez que hubo la necesidad de explicar el camino que se esperaba como correcto.
            A esta manera de esperar que otra persona entienda lo que sólo habita en la mente de quien espera le llamo “pretensión telepática”. Es decir, se pretende que sin hablar otra persona entienda qué ocurre en la mente de quien cree debe ser entendido, por obviedad. Iré a un ejemplo para explicarme, supongamos que una chiquilla le dice a su pololo en un momento “Ándate”,  y éste se va. Es lo normal, si hablamos de personas sanas, pero si él se va, es probable que ella se lo eche en cara. Él dirá “pero si me dijiste que me fuera”, y ella a su vez coronará con total desparpajo “pero si era obvio que no quería que te fueras”. En realidad era obvio sólo para ella.
            Desgraciadamente, y en esto hay muchas autoras que lo dicen, es bastante más presente en las mujeres esto de la pretensión telepática. Pilar Sordo, tan de moda, lo incluye en sus rutinas como componente del pensamiento mágico femenino. Yo hace años creo que en verdad es una veta completa de análisis. Lo peor es que no resulta precisamente liberador: cuando las personas son poco capaces de verbalizar lo que les ocurre a nivel emocional y mental el camino para reducir el conflicto es bastante tortuoso, además de saberse que los niños expuestos a este tipo de elementos a nivel doméstico tienen menores resultados académicos y son también repetidores de este camino, puesto que no se desarrolla una apropiación del lenguaje y la capacidad de explicarse el sentido complejo de un mundo más complejo aún.
            Es decir, quizá una buena manera de reducir el conflicto, y no sufrir innecesariamente sea tener mediana claridad de lo que se siente y espera, así como también la capacidad de verbalizarlo, sin esperar que alguien tenga la capacidad de recepción telepática. La verdad ha sido un alivio en la vida de muchas personas, parejas que conocí con la presunción de que el otro quería perjudicarles, con la sola declaración de que en realidad se quieren y que quieren entenderse lograron una vida decente. Creer que el otro puede entender, y no pronosticar desentendimiento (eso de “no me vas a entender” no sirve), hizo más por la estabilidad doméstica sincera que el silencio y aguantarse.
            Invito entonces a darnos la oportunidad para mejorar el trato que como personas nos damos. No sólo los otros la van a pasar mejor, nosotros mismos podemos resultar muy, muy beneficiados de poder clarificar lo que nos pasa y además, potenciar nuestra experiencia al ampliar y fortalecer el lenguaje, que para nuestros niños será una oportunidad de regalarles un destino más generoso en sus opciones.

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