Tiene que ser mujer
Francisco Javier Larraín
4 de Abril de 2011
Quiero decir, antes de comenzar que
esto es más bien un divertimento si se compara con mi columna de la semana
anterior, donde me parece que la gente, en términos religiosos, se fija más en
el dedo (Cristo y su imaginería) que en lo que apunta ese dedo (mensaje).
Hace algunos días recordaba mi
adolescencia con su banda sonora. Aún recuerdo un tema de U2 que decía que una
chica en abierto cortejo se movía de maneras misteriosas, parafraseando una
vieja sentencia sobre la naturaleza inescrutable de los designios divinos. De
repente, una idea juguetona empezó a rondar mi febril cabeza (ha sido una mala
semana para mi salud): ¿Qué tal si la naturaleza de Dios es en verdad más bien
femenina? Digo más bien porque no creo que Dios tenga una naturaleza sexuada.
La Biblia no tiene respaldo para esto, debe tomarse esta columna con humor.
¿Qué tal si más que un Padre fuera en
realidad una Madre? La respuesta es casi evidente, puesto normalmente las
madres a sus hijos les exigen pero terminan proveyéndolos de lo que ellas
estiman realmente necesitan sus retoños (una Madre, así, con mayúscula no es
consentidora ni anda regalando a tontas y a locas a un hijo que sabe menos de
la vida que ella); en cambio a sus hijas generalmente la exigencia tiende a
hacerse más pesada y menos condescendientes.
Casi no hay varón machista sin una
madre o madrastra machista, somos inútiles domésticamente porque nuestros
modelos de rol femenino se encargan de que repliquemos la opresión. Así mismo,
el mundo se nos muestra mucho más fácil a los varones: no engendramos niños a
los que estamos bastante forzados a atender, incluso por un instinto bastante
incontrolado, y tampoco experimentamos para prepararnos a esa concepción a las
derivas del ciclo que vivencian las mujeres. No, Dios nos hizo hijos regalones
a los que nos iba a cargar con cosas más sencillas que destrozarnos en el día a
día en la casa, para mantenerla en pie y funcionando. Tal cual hace una madre
con sus hijos, quienes dejan de ver lo que cuesta mantener el hogar.
A las mujeres las dotó de mayor
potencialidad cerebral (hombres y mujeres pueden hacer más de dos cosas a la
vez, las mujeres pueden hacer más que los varones, en total), su calidad de
conexiones neuronales es exquisitamente superior, pero desarrollar las
facultades de la mente exige tener la posibilidad de poder desligarse de
asuntos más o menos terrenales y pedestres; la naturaleza ha obrado contra esto
en la mujer, y la vida social ha permitido que las mujeres con más recursos
tienen mayor posibilidad de poder desarrollar esa potencialidad, si es que le
dan ganas. En resumidas cuentas: a las mujeres para dedicarse a una expresión
distinta a la doméstica se les puso más difícil en sus vidas, a pesar de tener
capacidad de sobra.
Les quieren subir su cuota de AFP por
vivir más, les suben planes de salud por si tienen hijos, como si no los
tuvieran con varones. Ellas deben pagar por ser mujeres, y lo hacen bien. Parece
que el orden del mundo, definitivamente, está hecho por alguien con más
tolerancia al varón que a la mujer, tal cual hacen las madres con sus hijos. Dios,
si tiene sexo, tiene que ser mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario