lunes, 1 de julio de 2013

Tiene que ser mujer



Tiene que ser mujer
Francisco Javier Larraín
4 de Abril de 2011

          Quiero decir, antes de comenzar que esto es más bien un divertimento si se compara con mi columna de la semana anterior, donde me parece que la gente, en términos religiosos, se fija más en el dedo (Cristo y su imaginería) que en lo que apunta ese dedo (mensaje).
          Hace algunos días recordaba mi adolescencia con su banda sonora. Aún recuerdo un tema de U2 que decía que una chica en abierto cortejo se movía de maneras misteriosas, parafraseando una vieja sentencia sobre la naturaleza inescrutable de los designios divinos. De repente, una idea juguetona empezó a rondar mi febril cabeza (ha sido una mala semana para mi salud): ¿Qué tal si la naturaleza de Dios es en verdad más bien femenina? Digo más bien porque no creo que Dios tenga una naturaleza sexuada. La Biblia no tiene respaldo para esto, debe tomarse esta columna con humor.
          ¿Qué tal si más que un Padre fuera en realidad una Madre? La respuesta es casi evidente, puesto normalmente las madres a sus hijos les exigen pero terminan proveyéndolos de lo que ellas estiman realmente necesitan sus retoños (una Madre, así, con mayúscula no es consentidora ni anda regalando a tontas y a locas a un hijo que sabe menos de la vida que ella); en cambio a sus hijas generalmente la exigencia tiende a hacerse más pesada y menos condescendientes.
          Casi no hay varón machista sin una madre o madrastra machista, somos inútiles domésticamente porque nuestros modelos de rol femenino se encargan de que repliquemos la opresión. Así mismo, el mundo se nos muestra mucho más fácil a los varones: no engendramos niños a los que estamos bastante forzados a atender, incluso por un instinto bastante incontrolado, y tampoco experimentamos para prepararnos a esa concepción a las derivas del ciclo que vivencian las mujeres. No, Dios nos hizo hijos regalones a los que nos iba a cargar con cosas más sencillas que destrozarnos en el día a día en la casa, para mantenerla en pie y funcionando. Tal cual hace una madre con sus hijos, quienes dejan de ver lo que cuesta mantener el hogar.
          A las mujeres las dotó de mayor potencialidad cerebral (hombres y mujeres pueden hacer más de dos cosas a la vez, las mujeres pueden hacer más que los varones, en total), su calidad de conexiones neuronales es exquisitamente superior, pero desarrollar las facultades de la mente exige tener la posibilidad de poder desligarse de asuntos más o menos terrenales y pedestres; la naturaleza ha obrado contra esto en la mujer, y la vida social ha permitido que las mujeres con más recursos tienen mayor posibilidad de poder desarrollar esa potencialidad, si es que le dan ganas. En resumidas cuentas: a las mujeres para dedicarse a una expresión distinta a la doméstica se les puso más difícil en sus vidas, a pesar de tener capacidad de sobra.
          Les quieren subir su cuota de AFP por vivir más, les suben planes de salud por si tienen hijos, como si no los tuvieran con varones. Ellas deben pagar por ser mujeres, y lo hacen bien. Parece que el orden del mundo, definitivamente, está hecho por alguien con más tolerancia al varón que a la mujer, tal cual hacen las madres con sus hijos. Dios, si tiene sexo, tiene que ser mujer.
         

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