lunes, 1 de julio de 2013

Cuando ser uno no es moda



Cuando ser uno no es moda
Francisco Javier Larraín
9 de Febrero de 2011

            La influencia del grupo es una fuerza que por momentos puede resultar arrolladora de nuestras intenciones originales. Muchas veces nos encontraremos buscando explicar porqué adoptamos una conducta de la que no nos sentiremos orgullosos a futuro. Con la gente de Administración de Empresas y Orientación Familiar conversamos sobre esa tendencia cada vez más potenciada de tratar a las personas como entes irracionales que son susceptibles de ser dirigidos a partir de los deseos y miedos más profundos.
            ¿Qué tiene en común un consumidor y una persona en una multitud que se manifiesta? Que no están pensando y no son confiables. Soy uno de miles que han marchado por causas más que justas, y he aprendido que las personas muchas veces terminan actuando incluso contra de sus intereses e incluso de su sentido de decencia más elemental. Para ir a un ejemplo sencillo, pocos de los espectadores a un partido de fútbol entre equipos de gran rivalidad les gustaría que a sus novias, hermanas o hijas les mostrasen el cómo se comportan dentro del recinto: no tiene sentido cuando uno sabe que no existe un campeonato entretenido ni un bien al fútbol chileno si no hubiese otros equipos y otros hinchas.
            De la misma manera una persona que no está del todo desarrollada mentalmente está a merced de la publicidad, basta ver cómo se les enseña a los niños que la mezcla de sal y azúcar con cereales se les vende como “sano”, o que serán prestigiosos como adultos si poseen un determinado bien de consumo que se presenta como símbolo de un status imposible.
La fuerza de la mente de la masa que muchas veces nos encuentra solos viendo televisión, o rodeados de cientos de personas es muy fuerte si consideramos que tendemos a desear en no tener responsabilidades sobre nosotros mismos, y descansamos en desear que se nos trate precisamente como entes no pensantes. Un buen ejemplo de esto es que al votar por la presidencia se busca un padre (o madre) bastante freudiano: uno que nos dé seguridad, trabajo y entretención. Y de hecho en los “debates” presidenciales lo que nos encontramos son candidatos encerrados en el estereotipo que se les indicó. Gracias a Dios, pocos votan a partir de los debates, pero no deja de ser sintomático que expertos comunicacionales estimen que jugar un papel bastante limitado es lo que la gente espera.
La conciencia de cada uno no está de moda, el ser uno, menos aún. Sólo se estimula el inconsciente para potenciar el consumo, y el cumplimiento de pretensiones sin tener habilidades: muchachos que desean aprobar materias a sabiendas que no dominan de manera suficiente.
El mundo cambia, pero no “en patota”, cambia cuando las personas que componen los grupos están conscientes de lo que hacen. Para que nuestros hijos e hijas tengan una vida mejor lo primero, antes de cambiar el mundo (que cambia sin permisos) es criar personas que se hagan responsables de sus actos. Y eso equivale a pasar malos ratos, que va a ser siempre mejor que vivir avergonzado. Darle la capacidad de opción a quien no se ha desarrollado psicológicamente en esas áreas es negligencia de la publicidad, pero es inexcusable que los padres se eximan de formar criterio. A ponerse las pilas.

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