lunes, 1 de julio de 2013

Que no lo distraiga la falacia



Que no lo distraiga la falacia
Francisco Javier Larraín
23 de Marzo de 2011

Quiero explicar hoy el tema de las falacias, que son afirmaciones que tratan de ser un argumento y no pasan de ser trampas para distraer el centro de discusión, empleadas generalmente contra gente con menos preparación, quienes suelen ser manipuladas en un mundo que vive de pausar las funciones cerebrales superiores en pro de un consumidor más o de la necesidad de encajar en un puesto.
¿Qué falacias son las más usuales? La primera que ronda en mi cabeza por ser la más usada para evitar el centro de la discusión es la falacia ad-hóminem, que busca desacreditar a quien la dice, antes que discutir el centro del problema. “Pancho dice que las mujeres deben tener iguales derechos, pero Pancho es terrorista”, la falacia consiste en que el derecho igualitario deja es errado por el terrorismo de Pancho.
Otra falacia muy usada es la ad-ignorantiam, que es negar la existencia de algo porque se declara desconocimiento de aquello: “No se puede refutar que existe Dios, así que Dios existe”, o “No se ha probado la existencia de los fantasmas, así que los fantasmas no son reales”. Lo único que se sabe es que no se sabe refutar o afirmar, pero no sabemos nada sobre el punto central de la discusión.
La falacia del hombre de paja, trata de poner en boca aquello que nunca se dijo, distorsionando el argumento y caricaturizándolo. A muchos que declaramos no estar a favor de Pinochet se nos decía que era porque estábamos a favor del comunismo y sus crímenes. Lo cierto es que a muchos no nos gustaban ninguno de los dos regímenes, pero se nos caricaturizaba y con eso muchos seguían creyendo que era prosoviético.
La falacia del punto medio es la favorita de quienes creen que la mesura es igual a la verdad cuando hay dos posiciones enfrentadas, históricamente se le conoce como la técnica demagógica de retórica centrista. Ejemplo de esta semana: el cardenal Errázuriz dijo no ser criminal porque buscaba la verdad “con ponderación”. Pero la verdad simplemente es, no es un asunto de poner en perspectiva el crimen para igualar al victimario y su víctima. En estricta lógica le terminó de dar la razón a Hamilton.
La falacia ad-populum sugiere que por ser de gusto mayoritario algo o alguien es incuestionable y todo lo hace bien. El mejor ejemplo que recuerdo es cuando le dije a un amigo que pensaba que el papa anterior era alguien que organizó a la Iglesia para proteger a abusadores de menores y religiosas en África y Asia, y él respondió ¿por qué eres tan crítico con Juan Pablo II si era tan querido por millones de jóvenes y además derribó al comunismo?
La falacia ad-verecundiam es recurrir a una autoridad que no es propia del campo en discusión. Citar a Newton en una discusión sobre superconductores es pretender que Newton los conocía. En publicidad es poner a algún famoso usando alguna prenda o recomendando algún alimento, pretendiendo que ese famoso sabe de confección o nutrición.
Así que después de este muy pequeño paseo por las manipulaciones a las personas para mantenerlas en error mi recomendación final a los lectores es buscar en internet por algún diccionario de falacias, es lectura entretenida.

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