Que no lo
distraiga la falacia
Francisco
Javier Larraín
23 de Marzo de 2011
Quiero explicar hoy el tema de las
falacias, que son afirmaciones que tratan de ser un argumento y no pasan de ser
trampas para distraer el centro de discusión, empleadas generalmente contra
gente con menos preparación, quienes suelen ser manipuladas en un mundo que
vive de pausar las funciones cerebrales superiores en pro de un consumidor más o
de la necesidad de encajar en un puesto.
¿Qué falacias son las más usuales?
La primera que ronda en mi cabeza por ser la más usada para evitar el centro de
la discusión es la falacia ad-hóminem, que busca desacreditar a quien la dice,
antes que discutir el centro del problema. “Pancho
dice que las mujeres deben tener iguales derechos, pero Pancho es terrorista”,
la falacia consiste en que el derecho igualitario deja es errado por el
terrorismo de Pancho.
Otra falacia muy usada es la
ad-ignorantiam, que es negar la existencia de algo porque se declara
desconocimiento de aquello: “No se puede refutar que existe Dios, así que Dios existe”,
o “No se ha probado la existencia de los fantasmas, así que los fantasmas no
son reales”. Lo único que se sabe es que no se sabe refutar o afirmar, pero no
sabemos nada sobre el punto central de la discusión.
La falacia del hombre de paja,
trata de poner en boca aquello que nunca se dijo, distorsionando el argumento y
caricaturizándolo. A muchos que declaramos no estar a favor de Pinochet se nos
decía que era porque estábamos a favor del comunismo y sus crímenes. Lo cierto
es que a muchos no nos gustaban ninguno de los dos regímenes, pero se nos
caricaturizaba y con eso muchos seguían creyendo que era prosoviético.
La falacia del punto medio es la
favorita de quienes creen que la mesura es igual a la verdad cuando hay dos
posiciones enfrentadas, históricamente se le conoce como la técnica demagógica
de retórica centrista. Ejemplo de esta semana: el cardenal Errázuriz dijo no
ser criminal porque buscaba la verdad “con ponderación”. Pero la verdad
simplemente es, no es un asunto de poner en perspectiva el crimen para igualar
al victimario y su víctima. En estricta lógica le terminó de dar la razón a
Hamilton.
La falacia ad-populum sugiere que
por ser de gusto mayoritario algo o alguien es incuestionable y todo lo hace
bien. El mejor ejemplo que recuerdo es cuando le dije a un amigo que pensaba
que el papa anterior era alguien que organizó a la Iglesia para proteger a abusadores
de menores y religiosas en África y Asia, y él respondió ¿por qué eres tan
crítico con Juan Pablo II si era tan querido por millones de jóvenes y además
derribó al comunismo?
La falacia ad-verecundiam es
recurrir a una autoridad que no es propia del campo en discusión. Citar a
Newton en una discusión sobre superconductores es pretender que Newton los
conocía. En publicidad es poner a algún famoso usando alguna prenda o
recomendando algún alimento, pretendiendo que ese famoso sabe de confección o
nutrición.
Así que después de este muy
pequeño paseo por las manipulaciones a las personas para mantenerlas en error mi
recomendación final a los lectores es buscar en internet por algún diccionario
de falacias, es lectura entretenida.
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